10 ago 2010

Puñeteras laderas

Hace unos días leía que la Geomorfología entra ahora a saco, en sus modernas líneas de investigación -abandonando un poco la línea inicial de WM Davis-, en una aplicación dinámica y aplicada, centrándose en ofrecer diagnósticos sobre el grado de estabilidad de las vertientes, el impacto topográfico de las actividades humanas y los efectos de la pérdida de biomasa. Me alegro de que los compañeros geomorfólogos se alejen de los primitivos objetivos de la rama (sabemos lo que vemos y cómo se forma) y vayan directos al grano y resuelvan problemas… que para eso estamos los geógrafos. Los SIG se convierten en formidables herramientas y fantásticos detectives de áreas inestables.

Ya era hora se sumar ramas de la Geografía hacia una auténtica Geografía aplicada. Hay que recuperar la universalidad de la Ciencia Geográfica que es aplicable absolutamente a todo. La Geografía, si no es la madre, es la hija afortunada de todas las ciencias. El tiempo de la filosofía pasó.

Derrumbes, deslizamientos, colapsos de materiales y procesos morfodinámicos en vertientes se cobraron más de 200.000 muertos en la segunda mitad siglo XX y generaron grandes impactos ecológicos y ambientales. El tema de la estabilidad/inestabilidad de los terrenos no es cuestión baladí y concurren en el proceso aspectos de litología, geotécnica, topografía, drenaje, meteorización y cobertura vegetal junto a la cuantía de las precipitaciones recibidas, los sismos, el vulcanismo, la gelifluxión y otras lindezas de impactos de la meteorología. También entran en liza procesos exógenos que incrementan o disminuyen la estabilidad por sobrecarga o estrés del soporte basal. Cuestiones técnicas, todas ellas, que nos son básicas para determinar si una zona es propensa a sufrir colapsos. Los investigadores desarrollan modelos eficientes con qué comparar, pero esta ciencia es joven y el panorama del riesgo amplísimo. Y, lo más grave, es que siempre hay que trabajar sobre los países menos desarrollados (y pobres) donde la OT, la Ordenación del Territorio, suele ser una pesadilla.

Hace unos minutos llegaba el teletipo de EFE/Xinhua: “Más de 700 muertos y 1.000 desaparecidos por el alud en China”… en Zhouqu, en la provincia noroccidental de Gansu. Han podido rescatar a 1.285 personas de entre la colada de barro, pero… hay 1.000 desaparecidos… además de 702 muertos. Terrible.

Y en la India, monzón viene-monzón va, es el pan nuestro de cada temporada; y en media Hispanoamérica, lo mismo. El problema es: ¿dónde alojamos a todos aquellos que han optado por desaparramarse, en extraños hábitats, por las muchísimas inestables laderas del Tercer Mundo?… incluso en los BRIC pasa esto.

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