29 oct 2010

Una de Maratones; 2.500 años de carrerita

A la misma hora en que entraba el teletipo de la prueba conmemorativa del 2.500 Aniversario de carrerita del Campo de Hinojos hacía lo propio el de la 26ª Maratón Internacional de Benidorm. Ni tanto ni tan calvo, pero fue así.

La de Benidorm es nada más pasar las Fiestas Mayores (Patronales) y la de Atenas, válgame Dios, está fuera de fecha. La fiestas de Benidorm, en honor de la Virgen del Naufragio (las gentes de mar son así) son en la segunda semana de Noviembre (esto ya huele a fiesta), cuando había terminado la temporada de la Almadraba (atún de ida y atún de vuelta) y se volvía a casa desde puntos tan distantes como las bocas atlánticas (Andalucía y Marruecos) y las costas catalanas; los más ancianos, que se quedaban en casa, calaban la almadrabilla del Rincón, muy buena para especies menores, y fácil de calar y trabajar. En realidad, las fiestas eran en primavera, pero entonces estaba todo el personal calando el arte mayor por medio Mediterráneo, lejos de casa. En noviembre ya habían vuelto, y con buenas rentas.

La que me van a conmemorar en la Ática tampoco está en fechas. Y es que la carrerita de Filípides ha sido perfectamente ubicada en el calendario… y casi en hora. El investigador alemán August Böckh mantiene, por datación astronómica sobre los datos ofrecidos por Heródoto, que fue el 12 de Agosto de 490 aC… o el 12 de Septiembre de 490 aC. Vamos, que para 2.500 años que hace, por 30 días no le vamos a dejar por embustero.

Filípides era un heraldo, un personaje que iba de un sitio para otro, gajes del oficio, informando, dando partes y comunicando órdenes… ¡¡a pie, a la carrera!!: problemas del retraso de entonces en el progreso en el campo de las telecomunicaciones.

Nos han contado que cuando estaba la batalla ganada le dijeron un tal que así: “ve a Atenas y comunica la noticia”. Y Filípides, que llevaba una semanita de órdago, todo el tiempo de Esparta a Atenas y viceversa (240 kilómetros, más o menos, por tramo que se hacían los heraldos en 48 horas) preguntando a los espartanos si iban a ayudar a los atenienses contra los persas, dijo sí y, como el que mueve las piernas mueve el corazón, se pegó una carrerita de unos cuarenta kilómetros entre el Campo de Hinojos y Atenas. Y llegó, dijo lo de “Nenikékamen” (¡ganamos!) y pasó a mejor vida… y a la Historia. La palmó, llevaba más kilómetros que un Seat 600 antes empezar a calentarse.

Y en la Historia hubiera seguido de no ser por el poeta Robert Browing en unos versillos idealizados que vieron la luz en 1879 y un personaje llamado Pierre de Fredy, Barón Coubertin. Los griegos, por su parte, ajenos al Filípides poético, de vez en cuando se montaban su Espartation que era una carrera, como la que se marcaban los heraldos, de sólo 240 km entre Esparta y Atenas. Y había gente que se preparaba para ellas.

Pues con esos mimbres Pierre de Fredy se empeñó, en su idea de los Juegos Olímpicos, de homenajear a Filípdes y en 1896, en los Primeros JJOO de la Era Moderna, celebrados en Atenas, montó aquella primera Maratón y en su medida, del Campo de Hinojos (Marathon) a Atenas sólo contó 38 kilómetros y sobre esos 38 kilómetros la corrieron… y la ganó, faltaría más, un griego, Spiridon Louis, con un crono de casi 3 horas. Lo hicieron, faltaría más -una vez más-, héroe nacional y terminó sus días como policía local de su pueblo, Marousi, hoy una ciudad dormitorio del área de Atenas.

Las primera maratones olímpicas -y no olímpicas, que desde 1987 la ciudad de Boston celebra, anualmente, la suya… y por eso es la más antigua de las urbanas del Mundo- fueron de 38 kilómetros… Pero fue llegar a cita olímpica a Londres, en 1908, y cambiar la distancia.

Aquellos JJOO de 1908 le tocaba organizarlos a Italia y Roma era la elegida, pero en plena vorágine de obras, en 1906, el Vesubio hace una de las suyas, destruye la pequeña Boscotrecase y casi acaba con Ottaviano…, y el Gobierno italiano renuncia a la Olimpiada y se dedica a las víctimas y a las reconstrucciones. Londres recoge la llama olímpica y apresta la ciudad del Támesis… y prepara la Maratón. Y los británicos prepararon la prueba con los 38 km de siempre, desde el Castillo de Windsor (salida) hasta el Palco Real del White City Stadium.

Pero el día de la carrera (24 de julio, en unos JJOO que se celebraron entre el 27 de abril y el 31 de octubre, ¡ahí es nada!) llovió, y para que no se mojara la reina Alejandra, la esposa del rey Eduardo VII (fue Príncipe de Gales durante 59 años… así que no se me mosquee Charles por su situación), y la princesa María de Teck, esposa del Príncipe de Gales (futuro Jorge V y entusiasta defensor de aquella Olimpiada) en vez de salir desde un loma de los jardines se optó por la puerta de Palacio, lo que sumó los algo más de 4 kilómetros… y la Maratón pasó a 42.191 metros. A partir de 1921, se hará siempre sobre esa mítica distancia londinense de 42.195 metros.

La de 1908 fue la Maratón de Dorando Petri… aunque la ganó el norteamericano John Hayes. Por primera vez hubo “dos” triunfadores. Es que Petri entró en el estadio desorientado, extenuado, agotado… se derrumbó 5 veces ante 75.000 espectadores y ante la angustia del respetable tardó 10 minutos en recorrer los últimos 350 metros… y llegó el primero. Pero Hayes, que entró segundo, reclamó por la ayuda que los jueces prestaron a Petri levantándolo y orientándolo en la dirección adecuada… y lo descalificaron. La reina Alejandra le desagravió ofreciéndole otra copa igual en el Palco Real, ante un llenazo olímpico. Petri y Hayes se retaron hasta en 22 ocasiones… y ganaron una pasta gansa. El italiano ganó en 17 ocasiones… y a los 26 años se retiró; estaba ya muy cascado. Murió en 1942, de un infarto.

Dorando Petri -y no Filípides- fue el primero en recorrer los hoy míticos 42 kilómetros y 195 metros.

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