19 dic 2010

Julio y agosto... las playas "p'a nosotros"

Ayer, la odisea en el espacio (aéreo) de los Erasmus que, como el turrón, vuelven a casa por Navidad me tenía desquiciadillo y dejé aflorar al Mr. Hyde que llevo dentro y que en poco difiere del Dr. Jeckyl que soy. Es gracioso: los calentólogos dándose cancha y el general invierno apareciendo. Vamos camino del invierno y es lógico que se compliquen las cosas… como siempre… y vamos por el tercer diciembre duro. Bueno, pues con los Erasmus -por fin- en casa… yo, a lo mío.

 Y no es que la tenga tomada con 1975. Es que he comenzado a investigar por ese año y me he encontrado con un protagonista que este año 2010 ha vuelto a Benidorm: Mario Gaviria Labarta.

Gaviria es, sin lugar a dudas, un “hombre del Renacimiento… en los siglos XX y XXI”: Derecho en España, Economía en Inglaterra, Sociología en Francia; discípulo de Henri Lefebvre. En fin, un “regeneracionista”… de la segunda mitad del XX. Es que Gaviria, en los años sesenta y setenta del siglo XX, introdujo en España las más avanzadas tendencias de la Sociología Rural y Urbana, del Ocio y del Turismo (leo por ahí). Tras varias estancias en California inició las bases de un pensamiento sociológico alternativo en el que se fundían muchas de las propuestas de su maestro Lefebvre, todas las del ambientalismo americano y, obviamente, la tradición hispánica del “jefe” del regeneracionismo decimonónico Joaquín Costa. Un tipo formidable, vamos.

Que conste: el ambientalismo, para mí, se las trae. Coincido con Julio Carrizosa en que “detrás de cada definición de ambiente hay una ideología y detrás de cada ideología hay dos tipos de  situaciones sociales, la de quienes la generaron y la de quienes la adoptan o la interpretan”. Y por ideología me refiero: primero, al romanticismo; después al higienismo; y luego al ecologismo (Rachel Carlson), ambientado (je, je) por los holistas franceses, el dúo Engels & Marx y la TGS de von Bertalanffy, versión Gallopin. Vamos, que lo cojo con papel de fumar.

Y es por eso que me llama la atención el planteamiento gaviriano de julio de 1975. En el Semanario Ciudad, en portada, el día 25 aparece un titular: “Gaviria propone una tasa de aeropuerto y otra de utilización de playa”. Ya, con esa llamada en portada uno se sumerge, con avidez y máximo cuidado (el papel amarillea que es un limón), en las páginas interiores y, ¡oh, prodigio!, en ellas ni se hace referencia al titular (¡vaya, hombre, que “desilu”!) pero se cuenta que después de 2’5 millones de turistas en 1974 y con 35.000 camas en más de 200 hoteles es hora de ponerse a regular esto. Vienes muchos turistas y vienen sólo en dos meses: el veraneo. ¿No se hablaba entonces de vencer la estacionalidad?

Y ahí entran las fuerzas vivas a comentar el asunto: “No interesa buscar un turismo de millonarios; eso sería un gravísimo error”, apuntan que dijo el alcalde de entonces, Miguel Pérez Devesa; y dijo lo mismo que don Pedro Zaragoza veinte años antes.

Y entonces, cual elefante en cacharrería, llega Mario Gaviria y postula: “Julio y agosto deberían ser meses reservados a españoles de las ciudades; los turistas extranjeros pueden venir los otros meses”. Y hasta lo argumenta. Yo me hago cruces; p’a ir a mear y no echar gota. Claro, visto con los ojos del siglo XXI, pero es que no doy crédito. Me lo he tenido que leer dos veces. Y sí, ponen eso en boca de Gaviria, foto incluing. Asín que

No sé, debe ser que el overbooking del 74 pesaba mucho, aunque en opinión de Subsecretario de Turismo de entonces, José Luis López Henares, se estimó que solo afectó a 1 de cada 50.000 turistas.  Entonces… ¿qué pasa?, ¿que todos los overbooking fueron aquí, en Benidorm? Sigo referencias de Baleares, Costa del Sol, Costa Brava… fue un virus nacional.  Por las campañitas de prensa, debió ser la leche. ¿Vienen de ahí los postulados gavirianos de “en julio y agosto, p’a nosotros las playas”?

Desconcertado me quedo.

Por aquellos días de 1975, Gaviria y su equipo desarrollaban las bases de lo que luego sería uno de mis libros de cabecera: “Benidorm, ciudad nueva”. Pero por aquellos días, como siempre ocurre con las genialidades de algunos humanos, se encontraban con que sus estudios, en Benidorm, tenían en contra a la opinión general: “Estudio de Mario Gaviria. La opinión general es desfavorable”. (Ciudad, 31 de enero de 1975)

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