20 feb 2011

¿Turistas o residentes? No entiendo lo del “turismo residencial”



El viernes anduve feliz en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales donde la Cátedra de Estudios Turísticos “Pedro Zaragoza Orts”, el Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas (IUIT-UA) y el Departamento de Sociología I de la Universidad de Alicante ponían en marcha el 2º Congreso Internacional de Turismo Residencial. Tomás Mazón, director de la cátedra y co director del Congreso, junto a Raquel Huete y Alejandro Mantecón, me había invitado. Me apetecía.

Descubrí que hay una diferencia abismal entre lo que se puede entender como Turismo Residencial y lo que entiendo yo.

Yo mantengo lo que llamamos “doctrina Benidorm”, emanada de un congreso que hicimos los periodistas de turismo al respecto: turista es el que consume servicios (más o menos tiempo), paga sus impuestos en otro sitio y se va, y residente es el que vive y paga sus impuestos en la localidad que ha elegido para residir, aunque sea turística. Por en medio nos encontramos la figura ficticia del “turistas residencial”, ese al que apuntaba el congreso. El turista puede pasar mucho tiempo en un lugar sin por ello ser residente. No entiendo eso de turismo residencial: o turista, o residente (o pagas impuestos en un sitio u otro).

Con pavor vi como confundimos migraciones con turismo y como mezclamos concepto. Puede que a los expertos les quede claro, pero los alumnos miraban con incredulidad algunas cuestiones cuando mezclamos ciudadanos de la UE15 con el resto de UE27 y con sudamericanos y norteafricanos. No es cuestión de discriminación ni racismo: el turista y el residente pueden tener distinto nivel económico, pero cada cosa en su sitio. El que en algunos pueblos del interior, incluso de la costa alicantina, haya mucho residente extranjero no es elemento de considerarlo como “turismo residencial”. Sería centrarlo mucho, pero si hubiera que hablar de “turismo residencial” habría que circunscribirlo a ciudadanos de la UE15.

Y por allí pasaron Michael Janoschka, Alesya Krit, Almudena Nolasco y Alejandro Mantecón tratando de crear “imaginarios del turismo residencial”, analizando “el caso de los británicos en España” (que desde luego no era más que la opinión personal de ingleses de un municipio figurado llamado Cañara -que no existe-, pero que “tapa” el nombre real de otro en el interior de Murcia), señalando tres áreas concretas de turismo, y por ello tres modelos, de la provincia de Alicante y, finalmente, analizando la realidad de esos muchos residentes que tenemos en la provincia (127.000 británicos, 36.000 alemanes, 16.000 holandeses, 11.000 franceses…) y sus problemas en sus urbanizaciones y en las localidades en que se integran: el 25% -se apuntó- son mayores de 65 años. Problemas: haberlos, haylos… problemas de residentes y falta de previsión municipal.

Mi problema: hablando de turismo (de “turismo residencial” iba el congreso) es que en el mismo ranking me metían a 32.000 rumanos, 12.500 búlgaros,… etc., por no entrar en más detalles y no alarmar con otras cifras sudamericanas y norteafricanas. Y eso no es turismo.
Por la tarde, un virus referenciado en el 22M nos dejó sin los ponentes políticos y hubo que reorganizar la cosa. Raquel Huete estuvo ágil y profesional y conformó una única mesa redonda con Esther Ponsoda (Unidad de Residentes Europeos de la Dipu), Santiago Roca (profesor IES y asociado a la UA), Eva Alberola (Técnico de Turismo de El Campello) y Manuel Gómez (profesor y pte. de una AAVV de San Miguel de Salinas). Ahí nos dispersamos más que el hexametafosfato aplicado a la agricultura. Hablamos de todos y no concretamos nada. Mezclamos turistas y emigrantes con residentes sin tener claro el concepto.

No me pude quedar a la lectura de conclusiones y clausura del congreso, pero el libro editado “Construir una nueva vida. Los espacios del turismo y la migración residencial” que recoge todas las ponencias y comunicaciones, espero que a mí me aclare la cosa. Antes de leérmelo, insisto: confundir turistas y residentes es un problema. La integración es una asignatura pendiente que entra en la esfera de los residentes, no de los turistas. Yo, al menos, es algo que tengo claro de base.



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