12 jun 2011

Raiders of the Lost Ark (4)


Diario de fuera a Bordo; 4ª anotación (12 de Junio): ¿Andestás?

Hoy se celebran elecciones en Turquía y leo que todos van contra la “apisonadora”, contra “Tayyip Baba”, contra el líder del AKP (Islam y Democracia) Recep Tayyip Erdogán, y ni flores del viajero.

Yo con el gotero, y el expedicionario aventurero sin reportar ya cinco días. La operadora telefónica dice que por allí hay pocas antenas. El martes supimos que lejos de bajarse  hacia Antalya se nos había subido hacia el Mar Negro: lo dicho, a su puta bola. Estaba el martes por Sinop.

Se me ha hecho toda la costa asiática de pueblecitos pescadores de los Dardanelos y la parte sur del Mar de Mármara hasta la profunda Izmit para dirigirse a Istambul, sin tocarla, y subirse el Bósforo hasta un poblet llamado Anadolu Funeri donde a los pies de un histórico faro se come un pescado sensacional. Está en el Yum Burnu, el “Cabo de Buena Esperanza” de los turcos. Ahí termina el Bósforo y a partir de ahí empieza el Mar Negro. O al revés, según se vaya o se venga.

Resulta que el Anadolu (en la costa asiática) y su gemelo el Rumeli (en la costa europea) son, además, las luces del puerto de Istambul… y hasta que llegas hay un paseo que no veas. Conforme te acercas a Istambul (o te alejas), hay unas villas que no veas, y la Academia Naval y unos palacios agarenos fastuosos, como Dolmabahçe, Bylerbeyi, Ciragan y Kukuksu.

Yo llegué a Anadolu en una soleada mañana a bordo de un vaporeto donde no cabía ni uno más y casi nos pisaban vendiéndonos “lacostes” de colmillos retorcidos, rosquilletas inmundas y fétido yogur al por mayor. En mi vida vi tanta medusa en aquellas aguas, dando tumbos de orilla a orilla como un autobús beodo, pero en Anadolu todo cambió.  Era pura fascinación: una mesita al borde del mar, un sol de justicia, buena cerveza y un pescado exquisito. ¿Para qué saber su nombre una vez en el plato?

Él ha seguido bordeando la costa sur del Negro y ha llegado a Sile. Lo mismo: “Esto parece Benidorm en los sesenta”. Jo, que catálogo de comparativas que me tiene a bordo. Para Karasu, lo mismo; para Alapli, lo mismo. Una ciudad un poquito mayor, Karadezny Eregli, pues ya no ha sido lo mismo.

Sigue para el Ararat, ¿Qué busca?

En Zonguldak, viejo puerto carbonero ya se le animó el espíritu: arquitectura minero-portuaria, y en Amasra hemos mejorado: hay mucho que ver y se deja visitar entre ruinas romanas y construcciones de los genoveses que aquí llegaron. Precioso.

Luego Inebolu, Ayancik y, por fin Sinop. Y desde Sinop, desde el martes, ni flores.

Sinop es muy bonito. Y ahí se acaba mi conocimiento de Asia. Con Sinop entra en liza Jason (los “yeison” yankees; como los “jomer” Simpsons, por no decirles Homero) y los Argonautas. El “superconvertible” no es el viejo “Argos”, pero el viajero va a lo suyo.

A Jasón lo educó el centauro Quirón, que era inteligente, sabio y bueno, y que fue tutor también de, atención, Aquiles, Teseo, Áyax y Hércules, entre otros. Y me quejaba yo de don Procopio y sus alumnos. No entiendo yo que con estos mimbres haya gente que se lea la colección de “Héroes” Marvel.

Jason buscaba el vellocino de oro; se fue a la Cólquida (extremo oriental del Mar Negro, le República de Georgia de hoy en día,) en su busca. El vellocino este era la piel del carnero alado Crisomallo que al perderla (vamos, que lo desollaron) se fue al cielo y se convirtió en la constelación de Aries.

Y todo esto lo guionizaron los “clásicos” mascando, a lo sumo, hojas de laurel ya que pasaban de los cigarritos de la risa; ¡qué genios!

Por cierto, la piel trabajada de determinados carneros se utilizaba en la remota antigüedad para cribar las arenas auríferas de ciertos ríos en busca de pepitas de oro.

¿Será el Ararat la excusa?, ¿busca Isaac el vellocino de oro?

Bueno, lo sabremos cuando reporte. El aliado de Orange en Turquía se las trae. Y él también tiene lo suyo, su culpa-culpita-culpera, porque en cualquier hotel hay teléfono.



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