9 dic 2012

DE BENIDORM: UN MODELO DE DESARROLLO TURÍSTICO (VII)


LOS ALBORES DEL TURISMO… Y DEL URBANISMO TURÍSTICO

Con los criterios higienistas del XIX se ensalzarán las virtudes del Sol y los ambientes marinos, con lo que la sociedad giró su atención hacia las playas y las zonas de costa. Los médicos comenzaron a recomendar los espacios costeros -por el iodo de la brisa marina- y el veraneo tomó una componente social.

Como digo, coincidió el momento de la irrupción del higienismo con el auge de la literatura romántica y la explosión de las artes gráficas, que nos acercaron las imágenes bucólicas de las villas romanas, junto al mar, que hacía relativamente poco que habían comenzado a descubrir los arqueólogos. Y a partir de ese momento surgieron, con ámbito competitivo con el Imperio Romano, las primeras construcciones modernas de marcada tendencia turística. Y junto a ellas, y con mucho mayor arraigo, el saludable hábito por la brisa marina y los baños de mar: incluso por recomendación médica.

Así, ya en 1893 se ofrecen con destino a Benidorm “paquetes turísticos” que permiten estancias organizadas de 12 días, a precios populares, con llegada y regreso en tren (18 horas desde Madrid a Alicante, a los que sumar los posteriores desplazamientos en carruaje hasta Benidorm); los llamados “trenes botijo” hasta Alicante, y desde la Posta de “La Balseta” a Benidorm. Este servicio funcionó hasta 1917, estimándose que trajo unos 35.000 veraneantes a Benidorm; bastantes más a Alicante.

El turismo, el veraneo de entonces, supuso el cambio más trascendental en la percepción del espacio litoral.

Benidorm tuvo que adaptarse a este nuevo fenómeno y el urbanismo entró en liza.

Con el tiempo, la opción del turismo ha llegado a colmatar buena parte del espacio litoral mediterráneo que inicialmente tenía muy poco valor, pero ha inducido la construcción de numerosas infraestructuras favorables a la inmensa mayoría de la población.

La incidencia del turismo en la construcción costera se produjo en dos etapas claramente diferenciadas: la etapa inicial de los balnearios y la etapa de ocupación intensiva turístico-residencial. La primera supuso una ocupación selectiva de la costa, con escaso desarrollo urbano. La segunda es, esencialmente, la que nos ocupa.

En esta segunda etapa se percibe la costa como un espacio público natural destinado al disfrute y, sólo muy modernamente, cualquier actuación que atente contra este espíritu es vista con recelo por una parte importante, cada vez mayor, de la sociedad.

En el transcurso de un siglo hemos pasado de leyes que estimulaban la explotación del espacio costero (entendido como recurso económico) a una nueva legislación protectora con estos espacios complementada con instrumentos de ordenación del territorio que tratan de racionalizar y limitar el crecimiento que, a su vez, es el elemento dinamizador de la economía del lugar.

El uso turístico de la costa ha supuesto la introducción de nuevos tipos de obras costeras y la ocupación masiva de espacio creando modelos de urbanismo de costa.

En realidad, la planificación urbana del desarrollo costero español surgió de la iniciativa privada y se inició en Gerona, en los años veinte del siglo XX y en el término municipal de Castell-Platja d’Aro.

Playa de Sa Conca y Bahía de Sant Pol
En concreto, en el extremo de Levante de la Bahía de Sant Pol, en la playa de Sa Conca, al norte de Sant Feliú de Guixols, cuando la familia Ensesa (Josep Ensesa Gubert y familia) comenzó la construcción de la Urbanización S’Agaró, en 1924, bajo la dirección del arquitecto gerundense Rafael Masó i Valentí, en estilo novecentista.

El Hostal La Gavina es el ejemplo más recordado de la iniciativa de los Ensesa. S’Agaró es hoy todo un símbolo.

Tras el éxito de S’Agaró, en 1929 se pone en marcha el segundo gran proyecto español de urbanismo turístico: el Poble d’Estiueig “La Ben Plantada, en Reus, obra conjunta de los arquitectos José Luis Sert y Josep Torres Clavé. Sert era un genio aristócrata, filocomunista, que aprendió el oficio con Le Corbusier y colaboró muy activamente en el Plan Masiá de Barcelona.

La inmediata década de los años treinta trajo la proliferación de estas realidades de urbanismo turístico en nuestro país.

En 1933 y 1935 se presentan sendos proyectos en la provincia de Alicante muy cercanos a nosotros. Se trata, en 1933, del Proyecto de Ley para el saneamiento y urbanización de la Ciudad-Jardín de la Playa de San Juan, en Alicante, que promueve directamente el ministro Indalecio Prieto. Llega junto a un Concurso de Ideas para una ciudad satélite de Alicante dentro de la política de promoción de las playas como centros vacacionales y de turismo que acomete el Gobierno de la República. Y en 1935 se presentará el Proyecto de Urbanización de la Playa de El Arenal, en Jávea. Ambos no se terminaron de desarrollar por una clara falta de visión de conjunto, el conflicto civil que estalló en 1936 y la incredulidad de los gestores públicos sobre el futuro de la opción turística.



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