12 nov 2013

DEL FIN DE LA BOLSA DE PLÁSTICO… Y DE LOS PUÑETEROS PLÁSTICOS


Viendo como ha puesto ciertas zonas de Madrid la huelga de la limpieza viaria me ha sorprendido la cantidad de bolsas de plástico. Los piquetes destrozan la bolsa contenedor y salen las miles de bolsas de plástico “mono uso” que encerraban.

No sé yo si como ciudadanos estamos al tanto que esto de la bolsa de plástico se acaba, pero que se acaba de verdad, y que ya va siendo hora de que recurramos a los productos de bioplast (almidón de patata), plásticos biodegradables (PERD+d2w), polihidroxibutirato (PHB) o a base de ácidos polilácticos (PLA). El caso es que esto es el presente y no percibo yo -ni siquiera- que pensemos que esto es el futuro.

El otro día vi un reportaje en TV sobre la bolsa de plástico, dicen que “mono uso”[1], en un mercadillo y me quedé perplejo. ¿Es que nadie sabe que la Ley22/2011, de 28 de julio, establece un calendario de desaparición de esa bolsa hasta su total prohibición en 2018?; ¿es que nadie se da cuenta de que hemos de ir al biodegradable? En 5 años, ni un puta bolsa de esas “mono uso”. ¿Y qué vamos a hacer?, decía el vendedor del mercadillo. Pues ir al plástico biodegradable, si no hay más remedio.

Hemos mejorado mucho, aunque no sé si es por conciencia o porque la mayoría de las bolsas nos las cobran. Pero aún estamos mal; ahora mismo aún utilizamos los españoles hasta 133 bolsas “mono uso” al año. La media europea está en 198, pero eso es porque la horquilla va entre las 4 por habitante y año de Irlanda (gracias a la PlasTax; 15 céntimos por bolsa) y las 466 de Bulgaria, que tienen el futuro muy negro.

La bolsa de plástico es un problema si no acaba sus días en el contenedor amarillo. Así, si llega a ese contenedor, se consigue reciclarla en un 100%. Pero si no termina ahí, la cosa se complica. La bolsa de basura (oscura o de colores chillones), en teoría, debe ser biodegradable; pero la mal llamada “mono uso” es el gran problema.

En 1953 el alemán Karl Ziegler desarrolló el polietileno. Al año siguiente el italiano Giulio Natta hizo lo propio con el propileno. La mayoría de las bolsas “mono uso” son de estos materiales. En 1957 las bolsas de plástico irrumpían en los supermercados norteamericanos, aunque hasta 1977 no fueron de uso universal tanto en los EE.UU. como en el Reino Unido. Y del hogar al basurero y a campar por los campos. Hoy son la “flor nacional” (“margarita de carretera” la llaman) de Sudáfrica y un problema medioambiental en medio mundo.

Ya se han tomado algunas medidas contra ellas. Desde marzo de 2007 la ciudad de San Francisco (California, EE.UU.) las tiene absolutamente prohibidas. Pero hay un país del Tercer Mundo que se les adelantó. Tras las gravísimas inundaciones de 1998 y 1999 Bangladesh recibió varios análisis internacionales de las consecuencias y de las medidas a adoptar. Resultó que las bolsas de plástico fueron las responsables de la obstrucción de la mayoría de los desagües y, en buena parte, de la inundación de los dos tercios del país. En 2002 fueron tajantemente prohibidas.

Hombre, también hay medidas de cara a la galería: China ha prohibido las bolsas “mono uso” de grosor menor de 0’025 mm. ¡Qué morro!

Pero volvamos a la piel de toro. Hoy en día somos los principales productores, en la UE-27, de bolsas “mono uso” con unas 350 empresas y unos 11.000 empleados. En nuestra defensa también hay que decir que también somos líderes europeos en su reciclaje. Y claro, viendo lo que vemos, ¡cómo serán para esto los europeos!

La verdad es que para esto de la bolsa de plástico, y el envase plástico, tenemos una norma europea (transferida a la UNE 13431-2001/AC) con el añadido ISO 14855-1-2005 con determinación de la biodegradabilidad aeróbica final de materiales plásticos para evitar la ecotoxicidad del humus resultante. Si esto no va mejor, es porque somos muy dejados.

Pero ojo, que si no es por nosotros resulta que es por otros y hoy en día las bolsas de basura, y los plásticos en general, son los señores del mar. Seguro que han oído hablar del “Continente de Plástico” del Pacífico, incluso del Atlántico, o de la “Isla de Plástico” del Mediterráneo. “Basurasen el Mar”, un estudio de Greenpeace (03.08.2005), contaba que el 15% de la basura que llega al mar termina en las playas. El 70% se hunde y va a parrar al fondo del mar, y el 15% restante se queda en la columna de agua, en lo que llaman “sopa de basura” (rubbish soup), una banda superficial de agua, de hasta 10 metros de profundidad, donde nadan los plásticos, y forman el mancha de basura (garbage patch) que no se detecta por los satélites ni la foto aérea, pero que ahí están, entre dos aguas, y se constata cuando se navega la zona. Resulta que las estructuras de las corrientes marinas generan vórtices que acumulan estos residuos en determinados lugares de los océanos Pacífico y Atlántico (esta más pequeña) a la altura de lo que los navegantes del XVI llamaron la Latitud de los Caballos (sobre los 30ºN) donde cesan los vientos y las calmas y la sequedad obligaban a aligerar la carga para intentar salir de ellas… y allí, en los 30ºN, echaban al mar los caballos que deberían haber ido al Nuevo Mundo, o se los comían.
Bueno, pues en el Mediterráneo también tenemos una “Isla de Plástico”, en el Mar Tirreno y cerca de la Isla de Elba, en el archipiélago Toscano, junto a la tristemente célebre Isla de Giglio.

España está en la Convención OSPAR (Protección del Medio Ambiente en el Atlántico Norte)  y para 2014 (que está a la vuelta de la esquina) se ha decidido ser exquisito y tajante con esto de la basura marina y los plásticos. Es que se calcula que los peces ingieren entre 12.000 y 24.000 Tm de plásticos al año; y otro tanto los pájaros, las tortugas y los mamíferos marinos. Y esto hay que arreglarlo.

Ya está en marcha proyectos como el ENERWARE (Energía para Carburantes a través de Residuos Plásticos), o la Plastic Tower Fish de limpieza. Pero hay que hacer más. Como, por ejemplo, dejar de usar ya esas bolsas “mono uso”, usar más el contenedor amarillo y recurrir al bioplast, al PERD+d2w, al PHB o al PLA… y comenzar a ir pasando de todo aquello que no sea reciclable.

En cuanto a lo de los embases de plástico, hay que mirar el numerito del triángulo. Hay que fijarse bien: 1, 2, 4 y 5 pueden admitirse; 3, 6 y 7 deben evitarse. Hasta ahora el PET [1] (botellas), el HDPE [2] (embases plásticos), el LDPE [4] (bolsas) y el PP [5] (yogures y tapones) no resultan problemáticos si van al contenedor amarillo, pero el V/PVC  [3] (botellas de aceite o de champús), el PS [6] (empaquetado y bandejas) y el policarbonato PC [7] (algunos recipientes de comidas), es mejor evitarlos. El “7” es para abstenerse de usarlo. Si en la marca que le aparece en el envase aparece el número “7”, ni se le ocurra; eso no hay forma de reciclarlo.





[1] Espesor inferior a 50 micrómetros; las típicas de frutería y supermercado

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