9 feb 2014

DE QUIEN HABLA DE TURISMO… TRAS LEER MUCHA LITERATURA, Y DESBARRA


Se levanta uno tan tranquilo a repasar la prensa y se encuentra, en El Mundo de Baleares (ayer), con un titular de esos que te enervan: “el turismo de sol y playa depreda y no adquiere conocimientos”.

¿Depreda? No lo tengo yo muy claro. ¿Depredar?, eso son palabras mayores. Lo de “no adquirir conocimientos” ya me deja muy tocado. No, si va a resultar que a la vuelta de las vacaciones te tienen a someter a un examen a ver si “progresas adecuadamente”. Soy muy primitivo, pero esto me enerva.

Me meto en el texto y veo que es una entrevista a la escritora y filóloga Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948). La cosa va de los preparativos de un centenario en torno a un viajero romántico que se enamoró de las Baleares. Doña Carme, catedrática de Literatura de la Autónoma de Barcelona, es una autoridad en el tema de literatura de viajes, y sobre viajes y literatura versó su discurso de ingreso -al tomar posesión del sillón “n”- en la Real Academia de la Lengua. Dicen que estuvo soberbia: Sobre un lugar parecido a la felicidad (07.11.2013). Mallorca vista por los viajeros del XIX… y los del primer tercio del XX.  Hasta ahí, muy bien; pero es que, ayer sábado (07.02.2014), va y suelta su “el turismo de sol y playa depreda y no adquiere conocimientos”.

La verdad es que no voy a cuestionar los méritos literarios de la señora Riera, a la que no conozco por sus obras (aunque me he leído -y disfrutado, que todo hay que decirlo- su discurso de ingreso), pero sí por sus disparates trasnochados a la prensa.

Muy bueno su compendio sobre los escritores y artistas viajeros que visitaron y escribieron sobre Mallorca entre 1837 y 1936, pero muy mala su consideración sobre el turismo de ahora: “el turismo de sol y playa depreda y no adquiere conocimientos”. Es increíble.

Ella debe estar más por los viajeros que por los turistas. Ojo, pero por viajeros como su elogiado Archiduque Luis Salvador de Austria (1847-1915), un toscano de mediados del XIX que optó por Mallorca, a dónde llegó en 1867. Es que en la Revolución de 1849 había sacado al Gran duque de Toscana, su padre, desde el florentino y precioso Palazzo Pitti al exilio; y la familia, con él.

Bueno, el caso es que el Archiduque no llegó a Mallorca a pasar unas vacaciones ni a evadirse de sus vida profesional; tampoco llegó con un paquete turístico ni fue a hotel o apartamento alguno. Vino porque a algún sitio habría que ir y compró varias fincas (Miramar y otras, ahora propiedad de los Vives), edificó sus mansiones  (entre otras s’Estaca, ahora de Michael Douglas) y cultivo sus tierras consiguiendo excelentes vinos (premiados internacionalmente, lo que colocó Mallorca en muchos mapas) y buenos aceites. El Archiduque se implicó en el progreso de Mallorca; fue un mecenas sin paragón.

Es más, se trajo hasta sus fincas mallorquinas a personajes de la Europa chachi de entonces: geógrafos, geólogos, botánicos, naturalistas, historiadores, escritores, pintores, escultores, tenores, poetas, actores… que luego contaron las bondades del lugar. Todo al que invitaba acudía a Mallorca; desde Sisí, la emperatriz, a La Chata, cuando aún era Infanta de España.

Es más, el Archiduque no paró de escribir sobre sus progresos en agricultura (que fueron notabilísimos), geografía y costumbres de Mallorca. En Die Balearen in Wort und Bild (9 tomos, 9, publicados en Leipzig entre 1869 y 1891) describió el archipiélago como nadie, maravillado -como estaba- por la belleza y posibilidades que atesoraba. Sus 50 obras, quince de ellas exclusivamente sobre Baleares (donde destaca Die Balearen), le significaron honores en la Academia Imperial de Ciencias de Viena, en la Sociedad húngara de Geografía y en la Real española de la Historia. Y la isla también le otorgó reconocimientos: Académico de la de Bellas Artes, presidente honorario del Fomento del Turismo, Hijo Adoptivo de Baleares e Hijo Ilustre de Palma y de Sóller. Estaba en todas las pomadas.

En fin, que yo entiendo la frustración de doña Carme; no es fácil comparar a Archi, como le llamaban en su casa, con cualquier otro turista alemán, austríaco o británico de ahora; incluso patrio. Lo entiendo. Pero ello, la añoranza que pueda tener por un tipo de turista culto y adinerado (se compró Archi un buen cacho de la isla para poner en marcha sus fincas junto al mar; que de tonto nada), no le otorga a doña Carme la potestad de desbarrar utilizando el altavoz de los Medios a través de la Real de la Lengua para pontificar en una entrevista, en su paranoia sobre el turismo, que “el turismo de sol y playa depreda y no adquiere conocimientos”.

Doña Carme, permítame: es el turista, en su absoluta libertad por el destino y la forma de turismo que hace, es el que decide si adquiere conocimientos -o no- con esa visita, y -sobre todo- qué tipo de conocimientos. Hay turistas que sólo pretenden disfrutar, sin más; otros prefieren conocer algo más. Pero es su libertad. Y en cuanto a que el turismo de sol y playa “depreda” (roba, saquea con violencia y destrozo, RAE dixit), pues… ¡qué quiere que le diga! Usted misma. No eligió la palabra adecuada, cuando menos. Busque, busque, que está Ud. en la RAE.

En los tiempos de Archi pocos podían permitirse el lujo de hacer turismo; hoy lo hace casi todo el que quiere. Ah, y se compró, para él, lo mejor de la isla. Usted misma dice que por aquél entonces “la gente -en Baleares- lo pasaba muy mal”, y él llegó con pasta. Lo que sí le digo -permítame y disculpe mi osadía- es que si hemos conseguido que muchos disfruten Mallorca (y cualquier otro destino), y no sólo unos pocos adinerados y elegidos, pues resulta que hemos triunfado.

Debería sentirse orgullosa, doña Carme, de que en los tiempos actuales se halla socializado el turismo y no sea exclusividad de unos pocos. Vale que ahora como mucho, los turistas, puedan colgar en Facebook una foto de su borrachera o una puesta de sol acaramelados, pero es que no todos puede in a Leipzig a editar 9 tomos o no tienen tiempo más que para escribir en Twiiter esos 140 caracteres.

Doña Carme, enhorabuena por sus méritos académicos, literarios y docentes, pero respecto al turismo… ¡hágaselo ver! Seguir en su dualidad “viajeros” vs. “turistas” no es nada bueno. Y mucho menos seguir anclada en el XIX… o en su Siglo de Oro.






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