6 may 2014

DE CUANDO UNA CARICATURA SE HIZO IMAGEN DE UN PAÍS


Francisco Amillo, amigo, maestro y catedrático de Historia (ahora felizmente jubilado) cuelga en Facebook, con didáctica, sus comentario sobre cuestiones de Historia reciente, como la II República. Tras invitarnos a una conferencia sobre “Los maestros de la República” (con documental ‘La república de los maestros’) me cuelga la imagen de la II República, obra de un alcireño, del movimiento luminista y discípulo de Soroya, Teodoro Andreu. Se dice que el valenciano le dijo al alcireño “¡Teodoro, me has robado la luz!”, en clara alusión a la eficaz y lograda técnica del discípulo.

Y a mí esa imagen de la IIª República me ha sacado de los archivos del disco duro de la memoria la ilustración de la revista satírica La Flaca, del 6 de marzo de 1873, que es la que la inspira. Vamos, que me he ido a la Iª República y a “La Niña Bonita”; y no a la zarzuela de 1881 sino a la alegoría de esa recién constituida Iª República que hizo el dibujante catalán Tomás Padró Peret (que firmaba con el pseudónimo AºWº). Y fue “La Niña Bonita” el encarte central de aquél número del semanario La Flaca, ciertamente satírico, de tendencia liberal, bastante anticarlista, muy republicano y, por ende, federalista, que se publicó durante el Sexenio Democrático en Barcelona. El nº1 (27.03.1869) era muy claro: “saldrá todos los días del año, excepto los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y domingo”. En su primera época sacó a la luz 100 números, hasta el 3 de septiembre de 1871. El 7 de noviembre de 1872 volvió a la carga, 2ª Época, con 47 números más, hasta el 4 de octubre de 1873 en que se despedía diciendo que “Barcelona es una mina llena de combustible cantonalista, próximo a estallar”; cosas de 1873.

Cabecera de la revista satírica "La Flaca"
La Flaca tenía como cabecera la imagen de una afligida y escuálida mujer, que simbolizaba al país y el momento que atravesaba, y un león, símbolo de la monarquía… pero en los puros huesos.

La viñeta de aquél número de marzo de 1873 representó ya a la una mujer más lozana y con un pecho al aire; no es que fuera ubérrimo pero ya daba a entender que aquella era mujer de tirar p’alante. En el pedestal sobre el que estaba, una fecha: 11 de febrero de 1873, la fecha en la que todos conocieron la renuncia de Amadeo I al trono de España. Lo había hecho el día anterior, y aquella misma tarde “La Correspondencia de España”, el vespertino conservador, lo publicó y los españoles (madrileños, claro; pues es dónde salía y se leía en hora) se echaron a la calle, pero hasta la mañana siguiente (11 de febrero) don Emilio Castelar no dijo aquello de que “con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma”. Y al final se votó y a eso de las tres de la tarde, leo, se proclamó la República (1ª República) por 258 votos contra 32.

Pero a lo que íbamos, a “La Niña Bonita”, que por aquél entonces no fue más que una caricatura a la que le sacaron todos los colores.


A España, durante el Renacimiento y la vista atrás a la mitología clásica, se la representó siempre como mujer; pues mujer tenía que ser. Aquella mujer, ya de más carnes que la del emblema de la revista, iba ahora de auténtica matrona romana, como pincelada histórica de la República romana. El pecho al aire simbolizaba, dicen, su capacidad de amamantar a los españoles (poca teta para tanto español). Y llevaba alas, símbolo de una auténtica victoria, y hojas de laurel (la corona láurea) como corona triunfal. Y claro, llevaba una balanza como tradicional símbolo de la Justicia, tan necesitada entonces y ahora.

Y llegan las concesiones gabachas: el gorro frigio, el triángulo y el gallo. La caperuza roja es la que llevaban los frigios (de por donde la actual Turquía) en los tiempos griegos. Es Roma la que lo pone en la cabeza de los libertos y es el que se pusieron, en aquellos Idus de Marzo, los que mataron a Caesar… y dicen que por eso lo usaron como distintivo los revolucionarios franceses. Nosotros, también; como los masones. Y por ahí llegamos al triángulo equilátero, que no es más que la representación del lema gabacho Libertad, Igualdad y Fraternidad, a partes iguales. Lo del gallo lo dejo para el final.

En el kit de “La Niña Bonita” también a parecen unas “tablas de la ley” a modo de “los 10 mandamientos” con las letras RF que no es República Francesa como alguno opinó maliciosamente en su día, sino República Federal, la que se ansiaba. También hay varias referencias a las actividades económicas del país: cereales, frutas, verduras, una hoz (que parece un cuerno) y un hombre arando, junto a un poste telegráfico que ya anuncia el avance del progreso, aunque sea en código Morse. Hasta me aparece el caduceo de Mercurio (prudencia, vida y salud) y una máquina fotográfica junto a un libro, un busto, una paleta de pintor, un globo terráqueo, mástiles de barcos, un faro en bocana de puerto (comercio) y un chorro de vapor de lo que se pretende sea una potente locomotora ferroviaria; y hasta chimeneas fabriles. Lo tiene todo.

Aquello sí fue una “imagen positiva” de España. Tanto, tanto, que de caricatura pasó a ser enseña de la 1ª República española que duró del 11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874 en que el general Martínez Campos da comienzo a la Restauración Borbónica… y “La Niña Bonita” pasa a sólo ser objeto de coleccionistas, aunque para la II República se recupera y se actualiza.

¿Y el gallo? Bueno, pues el gallo, como símbolo de vigilancia, del despertar a la nueva era y de combatividad sufrió un revés, pues aunque ese era el argumento para su presencia en la estampa sólo sirvió para que se atacara a “La Niña Bonita” a la que se acusó, con la excusa del gallo, de ser más puta que las gallinas, el chiste fácil que ilustró la trayectoria prostituida de muchos líderes políticos de aquellos 22 meses y 18 días.

Cuando la II República me cambiaron el gallo por un león que simboliza el coraje, la valentía y la entrega del pueblo español. Y entonces la caricatura de Padró se hizo dama con el pincel de Andreu.





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