17 jun 2014

DEL BARRIO CERO DE BENIDORM (I)


Le voy a llamar Barrio Cero de Benidorm porque no sé cómo llamarle; que si Casco Antiguo, que si Casco Viejo, que si Casco Tradicional. Ni en eso nos ponemos de acuerdo. 

Y todo viene por el Post del 15J

Hace algunos años (marzo 2006) desarrollé una suma de referencias para la elaboración de un Catálogo de Tipologías Urbanas para esa zona de la ciudad. El Catálogo, finalmente, no se llevó a cabo y las referencias que elevé siguen durmiendo el -dicen- sueño de los justos. En principio, pienso, algo conozco sobre lo que voy a escribir.

Por lo general, el Barrio Cero este a la que aludo, es el área a la que se asocia la noción de núcleo original -fundacional- de la estructura urbana de la población que ha llegado hasta nosotros. En ocasiones, puede llegar a mantener -aún- la estructura funcional, incluso monopolizar funciones urbanas superiores y actividades administrativas, bancarias, comerciales, culturales, de negocio, de ocio y despachos profesionales. Vamos; seguir vivo.

Los centros históricos son el origen de la propia vida de la ciudad[1]” y mantienen la traza que ha sobrevivido al devenir de los tiempos, definiendo un callejero repleto de vivencias y creado a golpe de acontecimientos sociales. Por ello, esos centros, exigen tratamientos para llevarlos a la conceptualidad actual para que sigan albergando el hueco del corazón que fueron antaño de la ciudad.

Hasta bien entrados los 50 del siglo XX estos Barrios Cero no sufrieron cambios funcionales en ninguna parte de España; es más, hasta los 80 los centros históricos fue el centro, aunque fueran degradándose. Eso se debe a que la ciudad original se fue haciendo a sí misma entre todos, mientras que la ciudad moderna es diseño de unos pocos. La ciudad antigua es ejemplo de habilidad integradora; lo que no siempre le ocurre a la ciudad moderna que polariza esa cuestión.

Recuperar el origen de la ciudad no es cosa de la segunda mitad del XX. Rafael Sanzio (Rafael de Urbino; Rafael a secas) ya le pidió (siglo XVI) al Papa Alejandro VIrecuperar el trazado y los lugares la vieja Roma”. Aquello fue una excepción porque no será hasta el XIX (1883) cuando el Congreso de Arquitectos Italianos reivindique recuperar los viejos centros históricos e irlos dotando de la funcionalidad perdida.
En España esas ideas no se pusieron en marcha hasta 1915 (legislación sobre Monumentos Nacionales) y ya en 1924 dieron un aldabonazo con el Estatuto del Urbanismo Municipalista. Las primeras leyes de Centros Históricos llegarán en 1926 (preservación de Tesoros Artísticos) y 1933 (legislación específica amparada en la Carta de Atenas, de 1931). También llegará la Ley del Suelo (que alertaba de que no se matara a los viejos lugares, 1956) y desde 1980 (atendiendo también a la Carta de Quito de 1967) proliferan las legislaciones específicas del Estado español y de las CCAA en una clara línea del tiempo donde pasamos del monumento concreto al ámbito general de barrio. Pese a todo esto, hasta el Real Decreto 2329/83 en España hay absoluto desinterés por estos Barrios Cero que por lo general se fueron degradando, incluso, una década después. En 1995 triunfan ya netamente las líneas regeneracionistas, aunque, como siempre, hay casos aislados y muy significativos.

Desde finales de los 80 la mayoría de los Ayuntamientos tomaron, con mayor o menor efectividad, cartas en el asunto y amparándose en planes con siglas que nos son familiares -PEPRI[2], PERI[3], ARI[4] y CHA[5]- comenzaron a filosofar primero (muchísimo debate teórico, porque no se tenía ni idea de qué hacer con estos lugares) hasta que se decidieron a establecer catálogos de realidades físicas y -sobre todos- sociales para estudiar, valorar y llevar a cabo iniciativas.

Las verdaderas soluciones -que no hacía falta estudiarlas mucho- llegaban siempre de la mano de las muy necesarias inversiones económicas (enterrar mucho dinero en el subsuelo y en rehabilitaciones físicas y sociales) para evitar la degradación, y el problema siempre fue la dotación económica para transformar aquellos lugares, por lo que la primera iniciativa que se tomaba, siempre muy barata, fue la de peatonalizar… para evitar males mayores.
Pero ahí no se acaban los problemas; podemos decir que al peatonalizar afloraban otros problemas que estaban latentes y larvados, pero no olvidados, y que requerían medidas urgentes. Hay clamorosos fallos en esto de la peatonalización, pero no entraremos hoy en detalles…

Contado esto, el Barrio Cero de Benidorm es mayoritariamente peatonal aunque mantiene una red de rodadura para dar servicio de acceso a residentes y a suministros logísticos. No se trata de una estructura urbana dormida, es ajena al concepto de Patrimonio Histórico pero mantiene una importante esencia cultural e incluso señas y rasgos de identidad propia. Si bien ha perdido parte de su estructura comercial arcaica, mantiene una vitalidad residencial importante que se complica ante la estrechez de la red viaria.

Lo mejor es que tiene todas sus infraestructuras renovadas desde hace década y media y alberga zonas de indudable atracción turística al tiempo que conviven, con desigual fortuna, zonas de restauración y ocio nocturno con viviendas residenciales.
Lo peor es que la aplicación inicial de unas ordenanzas municipales de la construcción sumamente permisivas a lo largo de tres largas décadas condicionó la escala y el paisaje urbano. Grave es que se constante una laxitud impenitente diaria en el cumplimiento general de las ordenanzas.

En los próximos días destriparemos este Barrio Cero de Benidorm que unos llaman Casco Viejo, otros le dicen Casco Antiguo y los documentos lo llaman Casco Tradicional. A ver si nos aclaramos.








[1] Antonio J. Campesino Fernández. Centros Históricos: retos urbanísticos de finales de los 80.
[2] Plan Especial de Protección y Reforma Interna
[3] Plan Especial de Reforma Interna
[4] Área de Rehabilitación Integrada
[5] Conjunto Histórico Artístico

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