13 jul 2014

DE 3 SUPERLUNAS, 3


Ni más, ni menos: 3 superlunas, 3, vamos a tener este verano.

El año pasado, recuerden, nos maravillamos con la superlunade junio y todo fueron alardes tipográficos en los diarios, minutos en TV y radio y miles de descargas en Internet. Fue tal el hastío que no quise entrar al trapo.

Pero este año es distinto.

A la superluna de ayer noche -que ha pasado super desapercibida- 12 de junio le van a seguir las superlunas del 10 de agosto y del 9 de septiembre que, después de un suelto de Ciencia-NASA ya no nos van a pasar desapercibidas, especialmente la del 10 de agosto que será una extra-superluna porque esa noche la Luna y la Tierra estarán sólo a 358.257 km de distancia, la más corta.

Lo de “superluna” es un palabro vulgar astrológico -que no Astronómico, oiga, que es la Ciencia- que ha tomado carrerilla para instalarse malamente en sociedad. Siempre se le ha  llamado -por los Astrónomos- Luna de Perigeo, que es como se le debe llamar.

Perigeo. ¿Y eso qué es?

En órbitas elípticas, llamamos perigeo al punto orbital más cercano al punto central; en este caso, el planeta Tierra (Geo). Y, llamamos apogeo al más alejado. En el caso del Sol, el más cercano se llama perihelio y el más alejado se llama afelio. En el caso de la Luna hablamos de periselenio y aposelenio. En el caso genérico de los astros hablamos de periastro y apoastro, según sea el punto más cercano o el más lejano. Lo podemos complicar con las galaxias (perigaláctico y apogaláctico) y hasta con los agujeros negros (perimelasma y apomelasma; e incluso perinigricon y aponigricon). Del “peri”y del “apo” no se nos libra ningún planeta de nuestro Sistema Solar y más allá, y, como detalle, les señalaremos que para la Luna además del reseñado tenemos los de pericintio y apocintio y hasta los de perilunio y apolunio. Será por nombres y huir de la imaginación. El punto de mayor o menor distancia en una órbita elíptica respecto al centro (de masas) se llama ápside (con “p”) y así tenemos el periápside (menor distancia) y el apoápside (mayor distancia).

A lo que íbamos.

En la órbita terrestre que describe la Luna cuando llega al “peri” resulta que está unos 50.000 kilómetros más cerca que cuando llega al “apo”… y por eso, por cercanía, nos parece más grande, más gorda, más llena, más luminosa.

Y la del 10 de agosto se llevará la palma (de vencedora) porque la veremos justo cuando cuándo atraviese el momento del perigeo: extra-superluna.

Leo en Ciencia-NASA que “las lunas llenas ocurren cerca del perigeo cada 13 meses y 18 días” por lo que hablar de superlunas como algo extraordinario es una auténtica chorrada. Geoff Chester, del Observatorio Naval de los EE.UU. cuenta en el reporte que “el año pasado hubo -otros- tres perigeos consecutivos, pero sólo se informó ampliamente sobre uno de ellos”. Vamos, que de tanto “estar en la Luna” se les pasaron a los lunáticos los otros dos. Por eso nos adelantamos ahora, que ya ha pasado el primero, y advertimos de los dos próximos: 10 de agosto y 9 de septiembre.

La Luna, recordemos, es la responsable de las mareas y otras acciones sobre fluidos (sólo sobre cuerpos de agua abiertos), pero sobre los seres humanos tiene poca o nula influencia. Hay un estudio para el Servicio Nacional de Justicia Penal de los EEUU (NCJRS, de 1978) que desmiente que la Luna nos haga más lunáticos, asesinos, chiflados, licántropos o provoque partos, y asegura que “un mosquito posándose nuestra piel ejerce una fuerza superior a la de la Luna”. No te cuento si el mosquito, encima, va y te pica. Hay otro estudio de 1996, de Kelly, Totton y Curver que achaca a los Medios de Comunicación y al folklore y a la tradición popular la perpetuación de esos mitos carentes de realidad científica y estadística.

Hasta el momento la única influencia demostrada a la Luna de forma científica es la influencia sobre el sueño y en laboratorio. Resulta que los seres humanos respondemos a los ritmos geofísicos de la luna, según la Universidad de Basilea (Suiza): alrededor del periodo de Luna llena se tardan unos cinco minutos más en conciliar el sueño y se duermen 20 minutos menos. Es que, según esa investigación, el llamado ritmo circalunar del sueño es “una reliquia de tiempos pasados”, de cuando la luna era responsable de la sincronización de la conducta humana de nuestros muy antiguos antepasados… y donde hubo, siempre queda. Pero eso sólo es medible en laboratorios, porque hoy en día la luz eléctrica enmascara esa influencia lunar en el sueño. Es más, hasta han desmentido científicamente que los estudios del doctor Eugen Jonas (un piscólogo y astrónomo que dicen que fueron publicados en 1956) para su método de control de la natalidad en función de que los ciclos menstruales dependen de los ciclos lunares se corresponda exactamente con los ciclos lunares. Sólo aparecen referencias en revistas de Astrología, aunque sin visos de cientificidad se cumple en la mayoría de los casos, pero sin regla estadística alguna.

En fin, que la Luna lunera, cascabelera, tiene su aquél, pero nada más.

De todas formas, habrá que reconocerle a la Luna alguna cosilla. Por ejemplo: la Luna de Cosecha/Luna del Vino (en torno al 23 de septiembre en el Hemisferio Norte y al 21 de marzo en el Hemisferio Sur) es un buen indicador para los agricultores y vendimiadores. Pero poco más de cierto.

No obstante, con el buen tiempo que tenemos -verano que es- anote que -si se perdió la Luna de Perigeo de anoche (por ver cómo Holanda convertía al anfitrión del Mundial 2014 en el más goleado, como hice yo) aún nos quedan dos superlunas este verano: 10 de agosto y 9 de septiembre.



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