2 jul 2014

DE BEBER AGUA DE LLUVIA (¡¿?!) Y DE LA UNIVERSIDAD MONASH


La Monash Universityexiste; y hasta tiene su importancia. Su sede central está en Clayton (un suburbio académico de Melbourne, Australia) y no sólo es una universidad importante en la isla-continente, sino que tiene además sedes en Malasia y Sudáfrica, incluso en Italia.

Dicho esto, apaga y vámonos porque… Los de la Monash University han sido capaces de hacer un estudio respondiendo a la pregunta de si ¿sería saludable beber el agua delluvia? Y resulta que como principal conclusión les sale que “Beber agua de lluvia tal y como nos cae del cielo, sin tratar, es seguro para la salud”.

¡Bien!; ¡Cómo está el personal!

Yo recuerdo, de aquellos veranos en Lo Reche -cuando mi padre preparaba oposiciones-, que los pocos días que llovía se recogía el agua de lluvia para el aljibe. Los tejados tenían su canalización que llevaban el agua hasta una mínima arqueta-partidor que bien la dirigía a una conducción que la llevaba al huerto-jardín o bien llenaba el aljibe. Con meter un vaso de cristal y ver la limpieza o turbidez del agua primera (el tejado debía de lavarse con los primeros minutos de lluvia), determinabas el momento oportuno de proceder a abrir la arqueta para el llenado del aljibe. Y aquél aljibe de Lo Reche, de la Casa del Canal (porque el canal de Riegos de Levante pasaba por delante; igual que la Casa de la Palmera tenía delante una palmera), era famoso por la bondad y frescor de su agua, siempre de lluvia. Y nunca se estropeaba; salía fresca y cristalina. Aquél aljibe se mimaba.

Por la Cañada Arróniz había otro aljibe para los animales. Era abovedado y a pesar de la estructura de filtrado natural dispuesta desde tiempos inmemoriales, había que dejar reposar el aljibe después de las lluvias. Los arrastres eran importantes, pero al cabo de unos pocos días abrías aquella especie de ventana, casi sobre la bóveda, y era como un laguito cristalino adornado por los reflejos del sol que entraba por aquella puerta-vetana donde una reverberación -que hacía efectos de eco- confería al lugar un toque mágico que siempre rompía la frase aquella de ¡cuidado con caeros al aljibe! También había pozos, pero esa es otra historia. Al final del verano se mandaba limpiar el aljibe aquél de la arena y los limos arrastrados, preparándolo para el otoño.

Yo he pasado muchos veranos bebiendo agua del aljibe de la Casa del Canal, siempre agua de lluvia. Yo he visto, además, como para la Casa del Parral (de uva Ohanes) se construía un aljibe de aquellos; el mimo en el revestido, las capas de enlucido, las friegas con vinagre del cemento ya seco y la limpieza final antes de proceder a su llenado con agua de lluvia. Fue mi primera incursión al subsuelo y me impresionó la delicadeza y asepsia con la que aquellos albañiles realizaron aquél aljibe.

Tal vez por eso me ha sorprendido la noticia de la investigación de los sesudos investigadores de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Departamento de Epidemiología de la afamada universidad australiana.

¡Coño!, ¿es que no sabían estos australianos que la gente almacenaba agua de lluvia desde las más primitivas civilizaciones?  Luego las civilizaciones más adelantadas ya disponían de cisternas  individualizadas y disponían sus casas para permitirse recoger y aprovechar la máxima cantidad de agua de lluvia posible.

Es cierto que el “progreso” nos ha hecho olvidar la existencia del agua pluvial almacenada, pero también es cierto de cada vez con más frecuencia se vuelve a mirar a estos procesos. Hay países que ya disponen de normativa y legislación propia sobre recogida y almacenamiento particular de agua de lluvia y su uso.

El agua de lluvia es genial; por lo general es blanda (menos de 1’3 mmol/l de Ca2+ y Mg2+; menos de la mitad que el agua potable del grifo), ligeramente ácida (con pH entre 5 y 7’5), no tiene ni olor ni sabor, y en cuanto a contaminación microbiana pues… depende del estado limpieza del captador (tejado, o lo que sea).

Bueno, el que estos australianos efectuaran su estudio ha servido para que la comunidad científica (que debía ser una de las pocas, por urbanita, que no lo sabía) haya descubierto que el agua de lluvia es extremadamente limpia en comparación con las otras posibles fuentes naturales de aguas dulces, es gratuita y es sencilla de captar, almacenar y distribuir (entonces lo hacíamos con un pozal hacia un pequeño depósito, tipo barrilete, con grifo).
Lo bueno de los australianos es que han demostrado que “no hay ninguna razón fundamental por la que no se pueda beber agua de lluvia”.

El único escollo sería hacerlo en las ciudades, por la polución urbana. Las gotas de agua de lluvia son capaces de volver a bajarnos, disueltos, muchos de los gases que tiramos a la atmósfera en forma de ácidos; acidos carbónico, nitroso, nítrico y sulfúrico según se encuentren con el CO2, el NOx y el SO2. En fin, que para las ciudades la cosa se nos complica un poco que es, imagino, lo que quisieron demostrar estos chicos de la Monash.

Lo único malo es que este trabajo es de 2009… y más de uno/unalo ha descubierto en 2014.



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