23 ago 2014

DE LAS POLINIAS, LAS VENTANAS DE LA CAPA DE HIELO MARINO ÁRTICO Y ANTÁRTICO


El jueves pasado, en Valencia, un joven geógrafo que dará mucho que hablar reunía a un íntimo grupo de amigos y nos adelantaba parte de su Tesis que en pocos días defenderá. Va de las muy necesarias “ventanas” de la capa de hielo marino del planeta. Sí, resulta que el encontrarnos en medio de los mantos de hielos que reposan sobre el mar en las latitudes más altas zonas libres de hielo resulta que no es tan malo.

Barco de investigación en una polinia
En el siglo XVI se prensaba que existía, en torno al Polo Norte, un mar abierto navegable. Lo creyeron a pie juntillas[1] navegantes árticos como el británico Henry Hudson (Estrecho y Bahía de Hudson) o el holandés Willem Barents (Mar de Barents y toda la llamada Zona Barents). También lo creyó otro británico, Robert Thorne -rico comerciante afincado a la vera del Guadalquivir-, quien desde ¡¡Sevilla!! sufragó expediciones para llegar a aquél mar. El caso es que ningún navegante de entonces logró encontrar nada más que hielo sólido (la banquisa) que impedía la navegación, aprisionaba los barcos y les hacía invernar sobre aquél inhóspito e inclemente desierto helado. La experiencia, por lo general, les resultaba fatal, y la cosa se fue olvidando.

Pero en el XIX, algunos geógrafos teóricos recuperaron la peregrina idea. Cuando se organizó la expedición para localizar a la desaparecida expedición ártica de Sir John Franklin (1845; perecieron en la invernada en la Isla del Rey Guillermo, a 68ºN) estaba en pleno auge la Geografía Física del Mar (primer texto mundial de Oceanografía), del norteamericano Matthew F. Maury. Y por aquellos mismos días, el eminente cartógrafo alemán August H. Petermann llegó a documentar que ese mar abierto polar era posible gracias a la acción de la Corriente -cálida- de Kuroshio (o Kuro Shivo, río negro; agua tropical hacia el norte, en el Pacífico) que es análoga a la Corriente del Golfo (en el Atlántico). Pero nadie encontró nunca ese mar. Ahora sabemos que esa corriente no llega tan alto, latitudinalmente, y que la Corriente del Pacífico Norte surge cuando la de Kuroshio choca con la Corriente -fría- de Oya Shio (u Oya Shivo). Pero entonces no lo sabían.

Mapa de distribución de las polinias en el Ártico
De hecho, muchos de aquellos exploradores del XIX esperaban a quedar atrapados en los hielos árticos y que la deriva de los hielos les llevara a alcanzar ese mar polar navegable… que no existe.

Lo que sí descubrieron en esas descabelladas aventuras los norteamericanos Elisha K. Kane (varón él), Isaac I. Hayes y George W. DeLong es que entre las islas de Groenlandia y Ellesmere se localizaban pequeños tramos de aguas abiertas, especialmente en el Estrecho de Nares (entre las dos islas). El almirante británico George S. Nares (el del estrecho antes citado y autor de “Viaje al Mar Polar”, 1878) ya planteó algunas -y muy serias- dudas sobre la existencia de ese mar que los noruegos Fridtjof Nansen (llegó a los 86º13’N; 1895) y Otto N Sverdrupp, en su viaje (de ambos) con el sólido Fram (que he visitado en Oslo) dejaron absolutamente en evidencia. No existía.

Pero sí existe un “algo” de este tipo (aguas libres de hielo) en medio del hielo ártico (y del antártico). Se trata de las polinias (polynyes, en ruso -que podemos traducir como “ventanas”-; polynyas, en inglés).

tipos de polinias; formación y funcionamiento
Hoy sabemos que las polinias (esas ventanas de aguas libres en medio de la capa de hielo) tienen bien origen térmico (afloramiento de aguas cálidas) o bien origen catabático (viento que desciende abruptamente, por lo general caliente… para que esto se produzca; que también los hay catabáticos fríos). Han existido las polinias desde siempre y son fundamentales para la vida en aquellas latitudes: permiten que la cadena trófica no se interrumpa al posibilitar que las microalgas florezcan y la vida se mantenga a base de que el pez grande se coma al chico.

Aunque a simple vista nos cueste un poco creerlo estas polinias -estos ecosistemas marinos del Ártico- son capaces de apoyar la vida de más de 5.000 especies distintas de animales, 2.000 especies de algas y decenas de miles de microbios, así como para innumerables especies de mamíferos marinos y aves.

El que aparezcan las polinias de forma periódica y constante son una garantía para la pervivencia de la vida marina en áreas árticas y antárticas. Permiten, por ejemplo, subir a respirar a muchos cetáceos; sin estas polinias ni el oso polar ni la morsa, por ejemplo, sobrevivirían.

Gran Cinta Transportadora Mundial
Pero hay más, mucho más: las polinias son muy activas. Se les suela llamar también “fábricas naturales de hielo”. En el centro de polinia se está formando continuamente hielo que se dirige hacia los bordes exteriores de la “ventana” donde se acumula en forma de reborde. Ahora sabemos que este proceso juega un papel de capital importancia en la vida de las especies animales y en circulación oceánica planetaria. La mezcla vertical de aguas (el hundimiento de las aguas frías y el afloramiento de las cálidas) es clave en la función de la polinia. En el mecanismo existente en la polinia se expulsa, además, la sal del agua marina conforme se forma hielo y ese “exceso” de sal termina creando una salmuera en los bordes que, al ser más pesada, se hunde con las aguas más frías para crear la Artic/Antartic Bottom Water (agua profunda) que se une a la gran cinta transportadora oceánica que distribuye calor, nutrientes y gases a través de mares y océanos.

Y también sabemos que cuando se produce ese hundimiento se arrastran concentraciones atmosféricas de CO2. Y también sabemos que gracias a estas “ventanas” el océano puede recibir niveles altos de luz solar, tan necesaria, desde la primavera.

En fin, que las polinias, esas ventanas en el hielo ártico y antártico resulta, ahora, que no son tan malas. Y si Carlos lo cuenta en su tesis, que será de Sobresaliente Cum Laude, será verdad. Es que cuando se fue a la Universidad Alaska Fairbanks, al Centro Internacional de Investigación del Ártico, pesamos que se había pasado en el consumo de Agua de Valencia; pero no.






[1] La ancestral frase original es “a pie, y juntillas las piernas”; postura propia del que se afirma y reafirma. Vamos, “firmemente; con toda firmeza y afirmación”.

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