4 feb 2015

DE QUIEN APORTA EL AGUA AL MAR, LOS RÍOS O...


Estos días asisto, nunca impertérrito, a la polémica sobre el trasvase del Ebro y el carpetazo que le propinaron. Y todo viene por la cantidad de agua que el río que dio nombre a la península tributa, generosamente con esta crecida, al Mediterráneo. ¿No es una pena que toda esa agua “se pierda” en el mar? preguntaba (es un decir) mi amigo Mariano. Y aquí, indigentes hídricos que somos, no podemos menos que considerar que es una afrenta -y si quieren, también, una pena- que eso se produzca.

De todas maneras, la cosa se salió de madre un poco en el Facebook y entraron a batear con otras cuestiones propias del momento que vivimos y ajenas, de soslayo, a la cuestión.

Y el caso es que andaba yo meditabundo -el que medita, cavila o reflexiona en silencio- por cómo se salen las cosas de madre cuando, de repente, leo: “Los ríos sólo aportan un 20% del agua de los océanos”… Pues me lo ponen en bandeja de plata.

Pues no que va -y resulta que- el 80% restante del agua que va a los mares y océanos las aporta la ría subterránea (subterranean estuary) de Moore. Una “ría subterránea” de la que muy pocos habrán oído hablar (yo, por ejemplo; y eso que algo había leído y me quedaba con lo del “estuario subterráneo”, entendiendo por tal estuario el área donde desemboca un río potente y las mareas provocan un batido de aguas dulces y marinas… pero que en cuestión subterránea…).


El Dr. Willard Moore, en su salsa
Desde 1997 llevaba proclamándolo el profesor Willard S. Moore (profesor emérito -más años que la Charito, pero ahí está- de la Universidad de Carolina del Sur) y ahora, cuando es un venerable abuelete, parece que todos le han dado la razón. Lleva dos décadas contándonoslo y ahora parece que le vamos a hacer caso: “Los continentes están conectados con los océanos por importantes procesos submarinos”.

Yo me he ido al GeophysicalResearch Letters (Vol. 41; núm. 23, de 16 de diciembre de 2014; páginas 8438 a 8444) y me he hecho con el artículo. Y resulta que no sólo es mayor la transferencia subterránea de agua que la superficial, sino que los aportes minerales también son mucho más cuantiosos en este nuevo vector.

Y me he acordado de Pepe Bayona; me contaba lo de un gran río subterráneo que fluía bajo Benidorm y “salía” más allá de la Llosa de la Isla. Aguas salmayas, me insistía; y me dibujaba con un dedo sobre un plano de Benidorm el trazado del “gran río subterráneo” más o menos por debajo de la Avenida de Europa (creo recordar ahoar). Pero no era el único, que por La Cala fluía otro. El zahorí Pedro Zaragoza me dijo más de una vez que eran varios los grandes ríos que surcaban las profundidades terrestres de la provincia. Y alguna vez hablamos de algunos de por la contornada por algún triste accidente (1992, Bernhard Pack en el río subterráneo del Moraig -Riu Blanc- de Benitatxell). Y hasta me he acordado del mucho más lejano río Hamza, el río subterráneo paralelo en profundidad al Amazonas. De lo de Pepe no tengo más soporte que sus palabras; de lo de Pedro, tampoco. Del Hamza ya publiqué un Post.

El proceso este de la ría subterránea que cuenta Moore se produce tanto cerca de la costa como fuera de la plataforma continental, leo. Y eso lo ha descubierto (en su día -1997- y ahora ha confirmado) midiendo las cantidades de ciertos elementos radiactivos: “Hay un poco de Uranio y Torio en todas las rocas” y se producen reacciones y transformaciones que siendo atendidas y medidas se pueden traducir en volúmenes. Total, que estudiando las concentraciones de Radio (228Ra) en el agua del mar y en la de los pozos en tierra determinó ese trasvase.

Inicialmente se pensó en que entre un 3 y 5% de los caudales que aportan superficialmente los continentes a los mares y océanos seguirían esta vía subterránea, pero ahora resulta que no; que estamos hablando del 80% del volumen. Vamos, que los ríos superficiales son un pipí de bebé en el charco global: mojar, mojan; pero poco. El Amazonas, el Nilo, el Yangtzé, el Mississippi-Missouri, el Obi, el Congo… nada; pecata minuta.



Hay 1.400 millones de km3 de agua en el planeta, pero solo el 1% -14 millones de km3- son de agua dulce que circulan libremente por la superficie planetaria. Eso nos podría haber dado una pista.
Por eso, la noticia está en que el emérito Moore se ha integrado en un equipo internacional que ha llevado a cabo el desarrollo de un modelo cuantitativo que ha calculado la descarga submarina de aguas subterráneas, que llaman SGD (Submarine Groundwater Discharge).



Han hecho, para el estudio, una recopilación mundial con 228 observaciones y han llegado a esa conclusión: por debajo más que por la superficie.

Desde tiempos de la escuela sabemos que la composición química de los océanos del mundo está determinada por los minerales que se aportan desde la tierra por los ríos, y la actividad submarina del magma. Hombre, también entraría (a lo mejor ese día hizo pellas y no se enteró) los sedimentos oceánicos profundos y sus reacciones. Tradicionalmente, eran los ríos los que estaban considerados como la principal vía para la entrada de elementos químicos terrestres en el océano global. Pues no.
Ahora sabemos que la SGD  se compone principalmente de agua de mar que invade los acuíferos costeros, se mezcla con una pequeña fracción de agua meteórica, y luego fluye de vuelta al océano. Y ese flujo es altísimo. Vamos, que las rocas son un coladero de agua en ambos sentidos y allí disuelven todas las cosas y se las llevan al océano.

Moore y sus colegan han calculado que “el flujo de SGD es de 3 a 4 veces mayor  que los flujos de agua dulce (de los ríos)”. Y todo esto lo mueve una inmensa bomba intermareal (intertidal pump) que insufla y extrae agua. Un invento, oiga.

Vamos, que por mucho que llueva (¡que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!) los ríos no son los que devuelven las precipitaciones al mar. Puede ser que en situaciones de mucha lluvia, el río haga variar el cálculo, pero el río subterráneo de Moore es el que de verdad lleva el agua; y no lo vemos
Sus extrapolaciones han llegado hasta los 70ºN, con lo que no se posiciona sobre lo que ocurre con los polos. Que esa sería otra historia.

En fin: Eclesiastés, 1.7: “Todos los ríos van al mar; y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, vuelven de nuevo a fluir”. O Jorge Manrique (siglo XV): “…”Nuestras vidas son los ríos, que van a dar en la mar… allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados, son iguales…”.

Pues no. Por debajo, más; mucho más.






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