4 sept 2015

DE... TENSIÓN COMERCIAL NO RESUELTA (y II)


Cuentan los economistas más avezados en el tema de los mercadillos tiene un antes y después de 1975; y NO fue cosa del franquismo, oiga. Fue la crisis de los 70, la derivada de las sucesivas Crisis de Petróleo, las que detonaron la proliferación de mercadillos por doquier. Tantos, que comenzaron a perder la componente de tradición y, al mismo tiempo, a evidenciar, con las nuevas incorporaciones, una imagen de falta de profesionalidad en el ejercicio de la inmemorial actividad. Entonces, la lenta evolución que venían realizando se complicó con la explosión de licencias y patentes de ambulancia por doquier de una gran cantidad de personas buscándose la vida.

Y aquello fue a más.

El caso es que la venta ambulante ha cumplido tradicionalmente la misión primordial de subsanar las insuficiencias de los canales de distribución y de suplir las carencias de equipamientos comerciales embrionarios. Y había -y hay- dos tipos de mercaderes en esta actividad: los que acercan los productos del agro y los que entran, de paso, en la red de comercialización. Estos últimos son los que en detrimento de la antiquísima trajinería tradicional[1] ahora mismo son un claro ejemplo de una ingente cantidad de actividades mercantiles multifuncionales que les otorga una imagen lo más parecido a la de la actividad comercial normalizada y sedentaria.

El geógrafo José María Bernabé Maestre, mediados los 70 y porque lo estaba viviendo en primera persona, explicó muy bien de qué iba el tema en la provincia de Alicante, y puso en el epicentro de la investigación a los marxantons/mercachifles que entraban en liza comercial con los agricultores siguiendo unas rutas que les unían a ellos y completaban el elenco a ofertar. Además de frutas y verduras de la contornada se iban uniendo al mercadillo cual modernos buhoneros y arrieros, gentes que sin acceso a fondos para el desempleo buscaban, transportaban y ofertaban productos de la inveterada conexión con el puerto de Alicante que podían conseguir en unos almacenes que también sentían el peso de la crisis: textiles (de Les Vals d’Alcoi), salazón, algunos de los productos llamados “coloniales”, cereales tratados, frutos secos, vino, cerámica, alfarería e hilados de lana. Se completaba la oferta con la artesanía, como se había hecho en el XIX con el esparto, ahora con el calzado que producía en entorno del Vinalopó. Total, que si desde mediados del XIX fuimos complicando la oferta del mercadillo, la crisis de los 70 le aplicó tal cantidad de productos y personal que se hizo necesario ampliar recintos, crear otros nuevos, ampliar fechas y multiplicarlas, entrando en seria competencia con el comercio establecido.  Y así fueron tirando. Pasó la crisis y no revirtió el proceso. Se complicó en los 80, y no se ha solucionado el problema, aunque la actividad legislativa haya puesto un marco de referencia.

Quema de neumáticos en una "manifa" de los 80's
AICO, la Asociación de Comerciantes de Benidorm desde su creación (paralelo el inicio de su etapa de “clandestinidad” a la crisis económica de los 70) siempre ha sido belicosa (lo veíamos en el final del post anterior) a ese respecto. En algún momento de sus inicios fue hasta “revolucionaria”. Con el tiempo, postergó su armígero comportamiento y dialogó.

Muchos han sido los presidentes del AICO embarcados en la aventura del comercio local y sus fantasmas. Muchos han coincidido en que “la venta ambulante debe ser alternativa al comercio estable cuando este no existe, o complementaria al mismo”, pero cuando el comercio estable existe, era el caso, nos encontrábamos ante “la desleal competencia”. En una de esas Carles V. Jover explicaba que “la oferta y la demanda regulan el comercio estable, mientras que el ambulante actúa como predador momentáneo” dado que “puede comerciar con lo que le dé la gana y sin recircular las rentas obtenidas”. Lamentos borincanos que nunca fueron más allá. Manuel Bódalo y Eliseo Yus que también fueron presidentes de AICO -y con los que traté en mis tiempos de plumilla activo- insistían en esto mismo una y otra vez. Con Eliseo, que vivió una etapa de cierta tranquilidad se avanzó en los estudios de la situación. Situación que saltaba a la vista, sin tener que estudiarla. Y estudios hay: varios sobre los hábitos de consumo de españolito medio en crisis y sin crisis y sobre ¿qué es lo que busca el comprador? Estudios, para atajar un puente.

Sala de Prensa de TNS - Oriol Flo - Managing Partner en Bluemap

Y resulta que yo tengo un compañero geógrafo metido a estudiar esto (aunque no aquí): la gente acude al mercadillo, me dice, porque buscan en frutas y verduras “una frescura y un precio que en los establecimientos del ramo no consiguen”. José Carlos va por los mercadillos preguntando y trazando rutas; geolocalizando parámetros. Y él mismo me dice que en un importante porcentaje -que no me da- las frutas son de almacén y salen de la misma cámara que llegan al circuito comercial sedentario. Me comenta que, a pesar de no lo ignoran los clientes, la principal causa es “la económica. El precio siempre suele estar más bajo que en el comercio tradicional y en las grandes superficies. Y aún así produce beneficios”. También me habla de “la picaresca y los productos no reglados” y entra a referirme las posibilidades de referencias comerciales que se dan cita en uno cualquiera de estos mercadillos; me pide que no le destripe el trabajo porque ahora está investigando cadenas de distribución del textil, donde hay gran cantidad de almacenes que desvían producciones; “que la crisis ha sido muy dura y que el sistema está muy introducido ya”.

En esto estoy pez; por eso le pregunto. Pero hay una cosa que me agrada porque refuerza mis tesis: en el acerbo popular está “lo de ir al mercadillo”, en general, por “precio”. “Pero la clave está en lo que ofrece el comercio sedentario y el problema reside en lo que le cuesta al comercio sedentario ofrecer el producto”.

Sí, coincidimos en que “amparados en la tradición y con el factor económico iluminando la escena, el mercadillo es apetecible”. Sí, coincidimos en que “es un desmadre el número de mercadillos existentes”. Sí, coincidimos en que “por lo general sólo se busca la calidad en frutas y hortalizas; calidad que vive de una leyenda, pues son contados los productores que directamente comercializan sus productos”. Sí, coincidimos en que ya, la ambulancia, “es una forma de vida y una salida profesional para mucha gente a los que la crisis ha machacado”. Sí, coincidimos en que “habría que estudiar la actividad comercial pormenorizada de cada ciudad y demostrar si es factible o no tanto una como otro actividad”.

Sí, coincidimos en que “es un marróntener que ponerle el cascabel a este gato. Por ello, hay una tensión comercial no resuelta.








[1] Acarrear y llevar géneros de un lugar a otro para desarrollar una actividad comercial

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