19 ago 2016

DE LA INDUSTRIA DE LOS FORASTEROS (II)


Lo de escribir tratados sobre un tema -Turismo en esta caso- es muy nuestro. En la anterior entrega lo dejamos con el tratado de Bermúdez Cañete, y esta entrega la comenzamos con el tratado de José Herrero Anguita: “Estudio del Turismo y Proyecto para su desarrollo en España mediante la creación de un Consejo Nacional y la constitución de la Compañía Iberoamericana de Turismo”. El ‘escueto’ título encerraba una buena explicación sobre el cómo forjar una industria turística regulada por las instituciones en España. Y eso desembocó en la creación del Patronato Nacional de Turismo que sustituiría, desde 1928, a la Comisión Regia, dependiendo directamente de la Presidencia de Gobierno.

Por entonces era fácil escribir y publicar. Y aunque no lo crean, ya en 1926 el turismo debía significar algo porque el cardenal Gomá y Tomás, don Isidro, publicó un librito[1] donde denunció la perversión “de las diosas carnales” que venían a ser las “touristas” con sus atuendos. Se reeditó varias veces. Y le leo a Pack que “el traje de baño hasta la rodilla identificaba la virtud española”. Vamos, que poco más enseñarías aquellas otras “diosas carnales”, pero el hambre era el hambre, ya que hablamos de carne.

Dejo la carne y vuelvo al tema. El Patronato Nacional de Turismo desarrolló la Red de Paradores de Turismo y Albergues de Carretera, que se inició con el Parador de Gredos (1928). El PNT creó el Libro de Reclamaciones, propició la primera Guía de Hoteles de España y se aseguró de que con sus propuestas todas las casonas, palacios y castillos (como el de Sigüenza) de renombre e interés no terminaran en ruinas.

PN Gredos: ayer, hoy y cartel de entonces

Cuando llegó la II República (1930)… cerró el patronato (por nido de nobles). Hasta entonces había puesto marcha 15 paradores.

 Al PNT cabe achacarle incluso la creación de una línea de ayudas para construir hoteles (calcada de la imperante en la Costa Azul francesa) que se centró en Sevilla (Exposición Iberoamericana; 1929) y Barcelona (Exposición Internacional; 1929) y que fue el antecedente del Crédito Hotelero (marzo de 1942). El PNT abrió oficinas en las principales capitales europeas, en Buenos Aires, en Nueva York y en ¡Gibraltar!

Como dije, el Gobierno de la República dio el carpetazo al PNT y creó la Dirección General de Turismo (DGT; 1930), dependiente del Ministerio del Interior, dejando al PNT la gestión de la Red de Paradores. La DGT potenció las iniciativas locales y buscó -y consiguió- una plaza en el Comité de Turismo de la Liga de las Naciones con medidas tales como la eliminación de la necesidad de visado para turistas de 11 países de Europa, Japón y Cuba; otro hecho sin precedentes.

Se estima, cuenta Pack -pues no hay cifras oficiales-, que entre 1930 y 1935 nos visitaron unos 200.000 turistas internacionales/año con un impacto de tan solo el 0’1% en el PIB. Menos da una piedra; ¡cierto! La procedencia de aquellos turistas internacionales era principalmente Francia (48%), Portugal (20%) y Reino Unido (10%). El 22% restante respondía a múltiples nacionalidades de entre las que reseñaremos unos 3.500 norteamericanos cada año. Los destinos: San Sebastián, Santander, S’Agaró, Tossa de Mar, Málaga, Cádiz, Mallorca y Alicante. Mallorca llama la atención porque bien pronto se especializó en británicos de la clase trabajadora a través de la Workers Travel Association (WTA). Esta iniciativa de organizaciones populares y turismo la explica muybien Susan Barton.

Y llegó el verano de 1936 y estalló la guerra: todo al traste.

Pero en la “zona nacional” siguió el turismo. En junio de 1938 se pusieron en marcha viajes turísticos (ya lo he contado en varios posts) para que se pudiera “observar la tranquilidad y el orden de la regiones recién conquistadas”. De esto se encargó el Servicio Nacional de Turismo, dirigido por Luís Antonio Botín que ya había organizado “el viaje” de Franco en el Dragon Rapide. Ideó Botín cuatro Rutas de Guerras de las que desarrolló dos (la del Norte y la de Andalucía) que bienexplica un buen trabajo de Elena Concejal.

El pie de foto de Pack dice: Rutas de Guerra al frente de combate. Quizá sea el único ejemplo en la Historia en que un Gobierno ha organizado excursiones comerciales guiadas a una zona en guerra activa.

Y la guerra terminó (1939).

Ahora, la falta de medios de transporte y la escasez de alojamientos iban a poner en problemas la “recuperación turística” de España que alguno vaticinaba. Pero estalló la guerra en Europa: de nuevo, todo al traste.

Los “rebeldes” se habían estado preparando desde 1938: clasificación de hoteles bajo parámetros de calidad y servicios, control oficial de precios y normativas varias. A Pack le llama la atención una recomendación oficial: “los espejeos tendrán que colgarse, en atención a los visitantes extranjeros, a una altura conveniente para que la utilicen personas de diversas estaturas”. La limpieza y la comida fueron una obsesión normativa, especialmente el comer: se pide “evitar los guisos regionales con sus condimentos excesivamente fuertes y desconocidos fuera de España”. Recomendaban “paella, cocido madrileño, tortilla a la española y pescadito frito”. Hubo turistas y turismo durante la IIGM, 
especialmente “de carácter académico”.

En 1940, durante la IIGM, se aprobó el Plan Decenal de Resurgimiento Nacional, volcado en el turismo y diseñado por el arquitecto Pedro Muguruza, que atendió preferentemente a la recuperación de la infraestructura hotelera. Una España devastada y casi en bancarrota, en una Europa en guerra, se atreve a planificar el futuro turístico. Se inauguró la Escuela Profesional Hotelera (Madrid, 1942), de donde salieron los primeros directores de hotel, y se reguló la actividad de las Agencias de Viajes.
Acabada la IIGM (1945) y una vez que Francia cerró unilateralmente la frontera (04.03.1946), aislados de Europa, el Servicio Nacional de Turismo, en la España del racionamiento, se puso a orquestar iniciativas pro turismo. Francia reabrió la frontera (10.02.1948) y rápidamente salieron los agentes turísticos a vender España y ante el desconcierto internacional relajábamos las restricciones de viaje.

ABC. 10.02.1948. Irún: Francia reabre la frontera.

Pero ni turistas (que no estaban los tiempos para turismo) ni dólares de Plan Marshall. Y una vez comprobado que no vendría ni un dólar del plan norteamericano, los ministros de Comercio y Exteriores (Juan Antonio Suances y Alberto Martín Artajo) apuestan por el turismo: España es “el baluarte defensor de los valores cristianos y occidentales”. La premisa no convenció, pero las cuestiones del “clima, precios y atractivo” -que también se esgrimían- hicieron el resto. Algunos agentes de viajes europeos, especialmente británicos, vieron las posibilidades y comenzaron a proponer España en sus proyectos.

Y tropezamos con la libra, el franco y hasta con el escudo.






[1] Las modas y el lujo ante la ley cristiana, la sociedad y el arte. Ed. Rafael Casuellas; Barcelona, 1926

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