29 ago 2016

DE LA INDUSTRIA DE LOS FORASTEROS (XII)


Hora de ir acabando. Dejábamos ayer la cosa en el concepto ‘problemas’. Es que a los españoles nos dio, también, por hacer turismo. Y no sólo dentro de España; también fuera. Por ahí se escapaban las divisas que entraban… y teníamos el ejemplo francés (donde ya salían más francos que entraban) y que era situación a evitar. La verdad es que no hizo falta mucho empeño administrativo en atajar este problema porque la cuestión del idioma era una barrera más natural y grande que los Pirineos, y el infravalor de la peseta nos dejaba temblando ante las oficinas de cambio. Pero, aún así, hubo turismo de españoles por el Mundo (vamos, Francia y Portugal).

En 1967 batíamos el récord de los 1.000 millones de dólares por ingresos de turismo (1.100 millones) frente a los 99’4 millones que sacaron los turistas españoles por el extranjero. Un saldo formidable, pero elocuente ya que, le leo a Pack, “la venta de paquetes turísticos al extranjero fue ilegal hasta 1966”. ¿Qué me dices?: ¡que te fagorices!, FAGORRRR…

Mientras los aborígenes celtíberos hiciéramos “turismo” por la vieja piel de toro, no importaba ni mucho ni poco a la cuentas de la macroeconomía nacional. Recuerden: esto era “la industria de los forasteros” y los españoles, entre sí, fueran de donde fueran, no se consideraban forasteros… aunque en 1966 las estimaciones apuntan a que “al menos la tercera parte de la población española (unos nueve millones de personas) habían viajado de vacaciones dentro de su país, y se llegó a los doce millones de personas en 1971”. El disponer de vehículo lanzó a los españoles a las vacaciones. Pero es otra historia, aunque conviene saber que ante ‘la invasión de forasteros’ en determinadas áreas del país, “los españoles debían sentirse los más extranjeros de todos” en los grandes enclaves turísticos de Baleares o la Costa Brava en los años sesenta. Nunca fue este el problema de Benidorm.

Para potenciar el turismo de los españoles dentro de España, con TVE se puso en marcha (1966-1969) la serie “Conozca Ud. España”. ¿La pretensión?: abrir nuevos destinos a los españoles y que los españoles, de paso, conocieran una España que desconocían y que ofrecía a cada paso un punto a conocer y disfrutar. Pero por mucha España interior y preciosa las vacaciones terminaban en los destinos de playa, y contra eso ni TVE, ni gaitas templadas.

Con espíritu didáctico se puso en marcha una nueva campaña “Conozca Ud. la provincia”, para escolares, y una mucho más social “Conozca Ud. el Mar” (1967) que llevó a ver el mar a varias decenas de miles de españoles del interior. Yo, en el siglo XXI, he conocido a un español que en Benidorm vio -por segunda vez en su vida- el mar; la primera fue cuando le enviaron a “hacer la mili en África”. Viví el fascinante momento; su esposa la vio por primera vez esa mañana.

Ah, y ya lo conté en otro Post: el ‘turismo rural’ también es cosa de la España turística de 1967 (de los equipos de Fraga), pero entonces se llamaba turismo en “casas de labranza”. ¡Cielos!: Fraga y su gente “lo inventaron” todo.

Un sambenito que nunca nos quitaremos es el de “baratos”. Nos iniciamos en ese campo y casi seguimos en él. El sindicato hostelero mallorquín se quejaba ya en 1969 de habíamos creado un producto “adecuado para turistas de una libra diaria, o quizás menos”; desde 1967 se estaban planteando que la cuestión no era la cantidad de turistas sino la calidad de los mismos: menos número de turistas y más números en las cuentas de beneficios.

Benidorm; 1957
Y ya resumiendo: “la tan celebrada ‘civilización del ocio’ de la Europa de posguerra que penetró en España durante la década de 1950 -la invasión pacífica- no fue importante solo como parte del gran proyecto político de modernización y aceptación internacional que había emprendido el Régimen de Franco, sino que llegó a establecer contacto con las vidas de los españoles de a pie durante la década de 1970”… y hasta hoy. Coincido con Pack (y otros) que no supuso una predemocratización, pero fue una manifestación de la nueva España que estaba por llegar.

La década de los 70 fue la de psicoanalizanos (y en ello aún seguimos). En 1971 el sociólogo Amando de Miguel concluía que “España selecciona turismo ‘barato’, cada vez más barato y en gran parte controlado por capitales de fuera”. En 1972, Guillermo Díaz-Plaja se preguntaba si el Turismo ‘era un falso boom’ (analizando la situación de Baleares, pero podíamos extrapolarla a la mayoría de los destinos; sólo muy pocos -contadísimos- estaban en otra órbita) porque no remediaba nada y nos encontrábamos que el nivel (nivel, Maribel) era cada día menor. Los estudios de Susan Barton[1] vienen a confirmar, ahora, lo que entonces avanzaban nuestros estudiosos.

El ¿por qué llegamos a esto? tiene su miga. Los operadores turísticos tuvieron cada vez más influencia en los precios y entre ellos mismos se fueron complicando el futuro ya que abarcaron tanto que dejaron de controlar el mercado: “el potencial de expansión aparentemente infinito de las costas españolas y la competencia con otros países mediterráneos ejercieron una gran presión hacia debajo de los precios”, Pack dixit. Creció el número de turistas y tanto o más el de alojamientos.

Hay quien echa la culpa al apartotel y al alquiler de apartamentos: “el disponer de cocina, eliminaba el gasto de cenar fuera”, apunta Pack. Y a final de los sesenta, “el turismo se volvió más ‘residencial’”. Al inicio de los 70 estábamos en ratios de 40 turistas por cama hotelera… y había que llenar hoteles.

Esto del “residencial” se nos fue de las manos: “de cincuenta y siete urbanizaciones que se construyeron en la provincia de Málaga en 1964, solo tres respetaban las leyes”. Un informe de la Guardia Civil para la provincia de Alicante ese mismo año denunciaba que “cada uno ha edificado donde ha querido… con el fin de revalorizarlo y obtener beneficios mayores”. Los constructores se saltaban la ley y el Ministerio de Información y Turismo se veía constreñido por los demás ministerios que tenían tanto o más poder de decisión en estas cuestiones. La ley de Régimen Local (1964) requería la aprobación estatal de todos los planes municipales, pero se jugaba con esa falta de coordinación de los ministerios implicados. El Ministerio de Hacienda intentó dejar fuera de circulación la Ley de Centros y Zonas de Interés Turístico en su afán de anular a los equipos de Rodríguez-Acosta, Herrera Esteban y Arespacochaga; de Fraga, a fin de cuentas.






[1] Working-class organisations and popular tourism, 1840–1970. Manchester University Press, 2005

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