8 oct 2017

BENIDORM: DE TENER FE EN EL DESTINO




Contaba Otto de Habsburgo a finales de los 50 y ante lo que veía ante sus ojos que para describir la evolución de Benidorm “serían necesarias palabras nuevas”; el diccionario se le quedaba corto. Asistía el destacdo político de aura imperial a aquél proceso en primera persona, informado por Pedro, don Pedro, Zaragoza y destacaba su opinión sobre Benidorm que exhibía maneras de lo que pretendía llegar a ser: “hace unos años parecía una joya perdida, una más entre los muchos pueblecitos que se extienden a lo largo del litoral que va desde Málaga a la Costa Brava” y que para entonces (1959) ya era el emporio del Sol y que iba a más, por lo que se alegraba que “otros también pudieran gozar de este oasis” del que él ya disfrutaba.

Había una cosa que atormentaba al Archiduque: ¿perdería Benidorm su alma al convertirse en un lugar de éxito turístico?


Y él mismo se respondía: “No, en Benidorm se vivirá humanamente; el tiempo no será dueño, sino servidor; el hormigón protegerá y no aprisionará…”. Se declaraba seguro: “Benidorm será maestro de su propio destino”. No le faltó razón. De la pasión del Archiduque y de la princesa Regina de Sajonia por Benidorm ya he dado cuenta en varios Post.

Pero tan antagónico a Pototo como era Joan Fuster, en ambos hay coincidencia en los resultados y la realidad a la hora de describir el proceso que vivía Benidorm por aquél entonces, hace más de 50 años, que sintetizaba el suecano diciendo que “convertir un paraje agrario absolutamente mediocre en una feliz oportunidad de turismo veraniego” sólo se había conseguido aquí, en Benidorm, porque este pueblo “condenado a la más rica atonía encontró la opción de explotar la playa, el clima y la hospitalidad”. Y lo describe: “el Benidorm letárgico, patriarcal, pescador y labrantín, vegetando entre rocas peladas y olas avaras, sale adelante”.

Me encanta cuando escribe que “los managers de la aventura turística saben lo que se hacen; gran tacto e inteligencia”. Un reconocimiento a la labor de tantos.

Su obsesión era la misma que la del ilustre aristócrata ante el boom turístico: ¿perdería Benidorm su alma? Y nuevamente la respuesta es no.

Desde la óptica de Fuster “Benidorm ha sabido preservar su clara autenticidad de pueblo valenciano; no se ha despersonalizado, no se ha contaminado”. Constata Fuster, cuyos escritos sobre Benidorm ya han visitado este Blog, la “afirmación de su personalidad” y el mantenimiento de la lengua, hasta en la rotulación de las calles señalando que “la mirada curiosa de tanta señorita de ropas internacionalmente breves chocará con las inscripciones vernáculas…” y eso le congraciaba con este Benidorm internacional que por entonces sólo enseñaba la patita bajo la puerta del Turismo.

José Ignacio Escobar y Kirkpatrik, marqués de Valdediglesias, y José de Rojas y Moreno, conde de Casa Rojas, dos personajes clave de la transición entre los 50 y los 60, diplomáticos y viajados, alabaron el despertar turístico de Benidorm desde la concepción urbanística reglada hasta la repercusión del alojamiento hotelero. Rojas se había implicado mucho en el proceso del Plan General con Pedro, don Pedro, Zaragoza y, al menos en el plano, se veía el final de un proceso que el ilustre periodista Francisco Casares Sánchez eleva a cotas superiores para Benidorm: “los pueblos necesitan desarrollar su poder de seducción y con estas herramientas se consigue”. Benidorm desarrollaba su innato poder de seducción “hasta la sensacional culminación que a todos nos admira”. Concluyó en su día señalando que con esa herramienta “Benidorm ha sabido ponerse a la cabeza de las poblaciones de España que movilizan acertadamente sus recursos”.

En este repaso de ilustres elogiando el que era incipiente desarrollo de Benidorm en los albores de la década de los 60 no puedo olvidarme de aquel hombre de exigua talla e inmenso poder en los medios de Prensa y Radio de aquellos días, el zamorano Juan Carlos Villacorta Luís -cofundador, con otros, del Festival de Benidorm- cuando refería que “Benidorm era un pedazo de soledad y Sol… en el que la imaginación creadora se puso en marcha”. Su gran frase fue aquella que dice que “Benidorm tuvo fe en el destino… gracias a la atmósfera de ilusión creada en torno a la obra”, magna obra que entre todos acometieron y hoy disfrutamos bajo la premisa, aplicada desde entonces, de que “el urbanismo no es piqueta y democión, sino la racional ordenación del suelo”.

Y el colofón de esta entrega la pone el que entonces fuera embajador -Rafael Comprés Pérez- de una mínima república antillana, la República Dominicana, y que se prodigó en los Medios de entonces llevando su erudición a génesis de los grandes debates del momento. “El turismo -sentenció- es una exportación invisible: se exportan bienes y servicios sin que estos salgan de nuestras fronteras, y se importan consumidores”. A esta conclusión llegó estando aquí, en Benidorm y durante meses fue argumento económico en los análisis y debates entre si apostar por los Polos de Desarrollo o por el Turismo bien organizado estando en los inicios de la ejecución del Plan de Estabilización de 1959 y pensando en el Primer Plan de Desarrollo (1964-67)… Mucha filosofía cuando urgía el desarrollismo.

Pero aquí, al menos, se intentó.








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