4 dic 2017

DE LA BICICLETA… DE LOS NOVIOS




Hoy me he enterado de una entrañable historia. A mí, al menos, me ha hecho gracia. Se trata de una bicicleta “muy apañada”.

Verán. Nos ponemos en antecedentes; la historia es de 1910

Y como de una bicicleta se trata, me he ido directo a la ESPASA de ese año. La Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, en su tomo 8, páginas 745 a 761, incluye la entrada dedicada a la voz “Bicicleta”. Les resumo: tras describirla pormenorizadamente, contando su historia, recomienda que el que sujeto que la monte “no tenga miedo a las caídas”; explica como subir y bajarse de ella, que lo mejor es “comenzar con la máquina entre las piernas” y “bajarse con un pie en el pedal”, limpiarla con un plumero y pasarse una bayeta empapada en petróleo y un sinfín de detalles más. Pero lo que me ha gustado más es en el apartado de “Excursiones en bicicleta” donde la recomendación es total: “lleve consigo un farol, una bomba (de aire, claro; aunque no sé yo) un neumático, una camisa de dormir de seda (por si acaso y de seda, oiga), medias (¿?), pañuelos, una camiseta, varios botones (¿¿??), dinero, un cinturón, un reloj, un revólver (¡¡!!) y un mapa”. Echo en falta una brújula, pero me reconcilio con el vetusto librajo de 1910 cuando sugiere que “el revólver vaya sujeto al cinturón, al igual que el reloj”.

Pues ya sabiendo cómo estaba lo de la bicicleta en 1910, paso a la historia de la primera bicicleta de l’Alfàs del Pi; aquí al lado de Benidorm.

Y la cosa está, y es verídica (pues hay texto documental) en que la primera bicicleta en llegar a l’Alfás fue la del médico don Francisco de Borja Martín en tal año de 1910.
Yo me imagino así al doctor Martín... y la bicicleta de los novios


La usaba el galeno para visitar a sus pacientes… y a su novia. Y ahí está la clave. Terminó siendo conocida como “la bicicleta de los novios”, en plural. Y ahora sabrán por qué.

La novia del sanitario protagonista era la hija del médico de Benidorm, don Eduardo Llorca, y hasta Benidorm venía cada tarde el doctor Martín a cortejar a Pepita Llorca y Zaragoza.

Doy nombres pues no mancillo el honor de las damas -de doña Pepita y de otras que citaré- porque aquello terminó en boda. Y no una; que fueron tres.

La bicicleta del galeno era famosa; pero aquél entonces el modelo de 1910 era una pasada de bicicleta. Hasta mí ha llegado que “era de ‘freno contra pedal’” (vamos, un freno instalado en el buje trasero) muy seguro y suave (me han contado), aunque también me han dicho que en bajadas pronunciadas, cuando se coge velocidad, pues… como que no: se calienta y falla.

Tal vez no cogiera velocidad don Francisco de Borja Martín en sus desplazamientos, pero en la historia referida el facultativo cogía tal velocidad en sus ansias de acudir junto a la amada benidormera que anudaba un cordel a sus lentes y lo fijaba en el ojal de la chaqueta, para no perderlas en un bote de la máquina sobre el bacheado (imagino) camino. Es más, lucía el médico en sus excursiones hacia la amada un pañuelo blanco, de seda -por más datos- que anudaba al cuello, según la moda, a imagen de un castizo madrileño tal cual de los buenos retratos que hiciera Chueca, que hacía flamear al viento en su desplazamiento entre l’Alfàs y Benidorm.

Al llegar aquí, a Benidorm, la bicicleta cambiaba de manos. Era entonces el joven letrado don José Llorca, hermano de la cortejada, el que usufructuaba la máquina y con ella volaba de nuevo a l’Alfàs, pues él pretendía a su vez a la hija de don Maximiliano, el de la finca “La Carbonera”. Y, vaya por Dios, ahora no recuerdo el nombre de la chica; esta neurona mía me juega unas pasadas que para qué. El caso es que la bicicleta quedaba en l’Alfàs en manos de don Francisco Saval, maestro de Primera Enseñanza, y hasta “La Carbonera” iba el jurisperito benidormense andando porque, asómbrense, el camino hasta la casa solariega de su amada sólo era apto para caballerías e intransitable para la bicicleta.

Aquello le venía bien al pedagogo Saval pues así tenía la oportunidad de reusufructuar (¿se dice así?) la bicicleta e ir alado, a golpe de pedal y tracción a sangre, hasta Altea donde festejaba con doña Paquita Ballester (de esta nombre sí me he acordado).

Era Saval el de más breves arrumacos, pues debía volver a tiempo de que el legista de Benidorm, acabado su tiempo de romance con la hija de don Maximiliano, cogiera a su vez la bicicleta (“del amor”) para llegar a tiempo a Benidorm donde el galeno Martí acabaría de rondar a su hermana… y pudiera volver este a l’Alfàs do moraba y practicaba la medicina.

Es por esto, por todo esto, que todos por aquí llamaban a la bicicleta de don Francisco de Borja “la bicicleta de los novios”, pues eran tres los que la utilizaban.

Al final, como en los buenos cuentos, el final fue feliz (imagino, que nadie me lo ha dicho ni he podido documentarlo) pues las tres parejas matrimoniaron… con lo que los neumáticos de la máquina pudieron por fin descansar de tanto trote caminero l’Alfàs-Benidorm, Benidorm-l’Alfàs, l’Alfàs-Altea, Altea-l’Alfàs, l’Alfàs-Benidorm, Benidorm-l’Alfàs.

También me han referido que al poco de esto que les narro corrió por estos pagos una segunda bicicleta. Era “la bicicleta del metge” don José María Vallés y para los mismos cometidos originarios que la del doctor Martín. Lo más destacado en los cronicones de la época sobre aquella “otra” biclicleta fue la referencia a su bocina. Y también se cuenta que Miguel SavalEl Callosí” se encaprichó de ella y, por lo que fuera, el facultativo Vallés se la vendió. “El Callosí” recorría alegre los caminos y la bicicleta aquella terminó siendo conocida como “la Micaleta”, pues era de Miquel.

La otra, la primera, recuerdo, “la bicicleta dels nuvis”.

A mí, esta historia me ha gustado. Seguro que sería más de verano; por la luz y el frío… pues hasta 1911 los inviernos eran durísimos por aquí.

Largo viaje el que he hecho y bonita historia la que me han contado. Deseando llegar estaba para contarla en el blog.








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